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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Es el Adiós o la Serenata de Schubert, el preludio de la Traviata, que, surgiendo en el silencio con su acento tenue y vago, produce un efecto admirable; son, sobre todo, los tristes, los desolados bambucos colombianos, con toda la poesía de la música errante de nuestras pampas.
Así, pues, en medio de la carencia aparente de sentidos y de organismo, envuelto todo en misterioso enigma, en el dintel dudoso de la vida, la generación la revela y nos descubre el preludio del mundo visible cuya escala vamos á recorrer. Sólo se divisa la nada, y en esa nada ya aparece la maternidad. Flor de sangre.
Señores oyentes o lectores, estas orejas mías oyeron el primer discurso que se pronunció en asambleas españolas en el siglo XIX. Aún retumba en mi entendimiento aquel preludio, aquella voz inicial de nuestras glorias parlamentarias, emitida por un clérigo sencillo y apacible, de ánimo sereno, talento claro, continente humilde y simpático.
Vuela pensamiento y diles a los ojos que más quiero que hay dinero. Lo triste del caso fue que aquellos mil reales que el estanquero consideró como el primer filón de una mina quedaron reducidos a la triste condición de prólogo sin libro y preludio sin ópera. He aquí cómo y por qué.
Así se evitarían muchos males. Así se evitaría que, en ocasiones, en vez de ser una ventura que venga un extranjero, con capital ó con inteligencia ó con ambas cosas, á un país pobre y débil, sea una calamidad ó un ominoso preludio de vejámenes y sobresaltos, y así se evitaría que el extranjero que pasa de un país débil á un país fuerte sea desatendido y acuda en balde, en cualquier reclamación, á su legación, á su cónsul ó directamente á su gobierno.
Señoritas, perdónenlo ustedes también; con Martholl nadie puede enojarse en una noche de baile: la que él no invitase, quedaría demasiado castigada. Y como el preludio de un vals se hiciera oír, una por una las jóvenes se alejaron del brazo de sus respectivos compañeros. María Teresa y Huberto no tardaron en quedar solos.
El acto comenzaba por un preludio de la orquesta, dignamente dirigida por el señor Anselmo, ebanista de la villa. Había otros cuatro o cinco muchachos aprendices, que acompañaban. El señor Anselmo, en vez de batuta, tenía en la mano para dirigir una enorme llave reluciente, que era la de su taller. El preludio era muy triste y temeroso; como que estábamos en el infierno.
El deber más penoso que la señorita de Sardonne debía llenar en servicio de la baronesa, era leerle a ésta por la noche, y a veces hasta muy tarde, en tanto la anciana dama no lograba dormirse; en seguida Beatriz se retiraba a sus habitaciones procurando a su vez conciliar el sueño, si lo conseguía la pobre enamorada: aquella noche no alcanzó ganarlo, que pasó sus mortales horas en mil veces leer y en comentar mil veces el billete de su fiel amiga; transcurrieron para ella lentos los instantes en cien veces decirse a sí misma que el momento de la terrible prueba no se hallaba remoto y que la conminatoria arenga de la señora de Montauron no fue más que el preludio de infernales torturas.
La voz del Cantó lloriqueaba hablando de una mujer insensible a sus quejas; y al comparar su blancura con la flor del almendro, todos volvieron la vista a Margalida, que permanecía impasible, sin rubores virginales, habituada a estos homenajes de burda poesía, que eran el preludio de todo galanteo.
Por alcoba tiene la inmensidad del firmamento y ve al nacer, como primer paisaje, de estrellas de oro empavesado el cielo. Las horas, con las gamas de los bronces a gloria tocan. Le saluda Enero con ósculo glacial. La Virgen Alba le da un beso de luz. Y entona el viento una marcha real en su homenaje; un preludio de honor, un himno imenso.
Palabra del Dia
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