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Actualizado: 24 de julio de 2025


También iba Potaje, que es persona de arguna edá y de respeto, aunque sea un bruto. Nunca se ríe. La madre del torero se indignó con esta excusa. ¡Potaje! Un mal hombre, que Juaniyo no debía yevar en su cuadrilla si tuviese vergüensa. No me hables de ese borracho, que le pega a su mujer y tiene muertos de hambre a los chicos. Güeno: fuera Potaje... Digo que vi aqueya señorona, ¿y qué iba a hasé?

Y seguía atenta al servicio de su establecimiento, como si en su embotada sensibilidad no pudiese abrir huella la inquietud. Otras veces, pasando el puente, iba Carmen al barrio de Triana en busca de la mujer de Potaje el picador, una especie de gitana que vivía en una casucha como un gallinero, rodeada de pequeñuelos sucios y cobrizos, a los que dirigía y aterraba con gritos estentóreos.

El no era como Potaje, que permanecía inmóvil y ceñudo a los pies de la cama, contemplando el cadáver como si no lo viese, mientras hacía girar el castoreño entre sus dedos. Iba a llorar como un niño. Su pecho jadeaba de angustia, mientras los ojos se le hinchaban a impulsos de las lágrimas. En el patio tuvo que apartarse para dejar paso a los picadores que volvían al redondel.

Ya sortaste la tuya, camará dijo Potaje . Deja que Plumitas siga explicándose, que lo que él dise es mu güeno. El bandido acogió con desprecio la interrupción del banderillero, al que tenía en poco por su prudencia en el redondel. Yo leé y escribí. ¿Y pa qué sirve eso?

Hablaba con sus compañeros de mesa, pero sin apartar la atención del exterior, con el hábito de vivir a todas horas pronta a la resistencia o a la fuga, cifrando su honra en no ser sorprendido nunca. Cuando acabó de comer aceptó de Potaje un vaso más, el último, y quedó con una mano bajo la mandíbula, mirando hacia afuera, entorpecido y silencioso por la digestión.

El contratista se acercaba lentamente a Potaje, y con la tranquilidad de un hombre experto en estas transacciones, le hablaba al oído. El picador, fingiendo enfado, acabó por acercarse al jaco. ¡Por él que no quedase! No quería que le tuviesen por hombre intratable, capaz de perjudicar a un camarada. Poniendo un pie en el estribo, dejó caer sobre el pobre jaco la pesadumbre de su cuerpo.

Cuíala bien dijo el Plumitas . Mia que es lo mejor que tengo en er mundo, y la quiero más que a la mujer y a los chiquiyos. Un nuevo personaje se unió al grupo que formaban el espada y el bandido en medio de la gente absorta. Era Potaje, el picador, que salía despechugado, desperezándose con toda la brutal grandeza de su cuerpo atlético.

¡Gachó, buena mano tiés! dijo Potaje con admiración . ¿Y el otro? No ; debe andá po er mundo. Se fue der pueblo, pidió ser trasladao con toa su valentía; pero yo no le orvío. Tengo que darle una razón. A lo mejor, me disen que está al otro lao de España, y allá voy, aunque estuviera en er mismo infierno.

El contratista, cachazudo, contestaba con grave calma. Si Potaje no se atrevía a montarlo, era porque los piqueros de ahora tenían miedo a todo.

Una vez me la recomendó como persona de responsabilidad y amiga suya; pero ¿qué había en esto de particular ni de sospechoso, sobre todo después de haber observado que los informes eran exactos, porque la marquesa ha ido cumpliendo fielmente todos sus compromisos conmigo? ¿Qué me tocaba a hacer, aun después de descubierto el potaje, sino mostrarme ignorante con la marquesa y seguir tratando con ella siempre que lo ha necesitado, por respeto al señor de Guzmán, a quien tampoco he dicho una palabra?

Palabra del Dia

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