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Actualizado: 21 de mayo de 2025
En ese caso se dará orden para que le abran el postigo de los Infantes á cualquier hora que llegue. La señal. El capitán Juan Montiño. ¡El capitán! Tengo para él una provisión de capitán de la guardia española. ¡Ah! ¡pues me pesa! ¡se necesita para que os caséis con él, de la licencia del rey! No paséis pena por eso. El rey os ama. El rey está ya bien curado.
Aunque el perro de guarda los llama desde el fondo de su nicho, y por más que el cubo del pozo, rebosando de agua fresca, les hace señas, ellos se niegan a ver ni a oír nada, mientras el ganado no esté recogido, pasada la tranca tras de la puertecilla con postigo, y los pastores sentados alrededor de la mesa en la sala baja.
Quevedo se puso en medio de la calleja, y desnudó la daga y la espada. Hemos dicho que la noche era muy obscura. Defendéos ú os mato dijo Juan Montiño á dos pasos del que había salido por el postigo. Volvióse éste y desnudó los hierros. ¿Y por qué queréis matarme? dijo. Juan le contestó con una estocada. ¡Ah! vos sois el mismo de antes dijo don Rodrigo, que él era.
Poco después sus ojos leyeron las siguientes palabras: «Sírvase vuesa merced venir esta noche pasadas las once. Golpee primero tres veces y luego otras dos, muy quedo, en el postigo. Yo le abriré. Cruce el patio y el huerto y suba a la torre de la muralla. Mi señora irá luego a hablar con vuesa merced. »Vuestra fiel servidora, Alvarez.»
El lacayo de su excelencia no ha venido todavía. Este excelencia era el duque de Uceda. El duque se fué anoche muy tarde; cuando yo te avisé aún no se había ido; tú te acostaste, yo misma le hice salir por el postigo... podía estar el duque todavía aquí. Te tengo dicho que cuando don Juan venga á una hora imprevista, le contestes como si no le conocieras y le despidas.
Dad tres golpes fuertes sobre el postigo: cuando le abran, que será al instante, entregad al criado que se os presentará, esa carta para que lea su sobre. El criado os devolverá la carta, y os llevará al despacho de vuestro padre, que al punto irá á encontraros. Pero habré de darme á conocer á mi padre, me preguntará...
Vio con esto el cielo abierto don Baltasar, y avanzando viento en popa por el dulce mar de su amor y de su deseo la nave de sus esperanzas, acudió a la siguiente noche a la reja, donde acabó de perderse en su error, y de perder a mi madre, la inocente, que un tal engaño y una tal traición había de pagar tan caros; y no pasando mucho tiempo, porque la infame Lisarda, oyendo con demasiada facilidad y ansioso deseo los consejos de su lascivia, no tardó en franquear un postigo, que por un zaguán a una oscura sala baja daba, al enamorado don Baltasar.
Concluyamos entonces... ¡Ah, señor!... si os sintiese... ¿Decididamente consientes ó no en abrirme? ¡Ah, sí, señor!... pero si me engañáseis... Mejor suerte has de tener que la que esperas... Pues bien... sí... sí, señor; id por el postigo. ¡Dios mío! El duque de Osuna se acercó al postigo, latiéndole el corazón. Esperanza abrió. Cuando hubo abierto, el duque la asió una mano y tiró de ella.
Entró Esperanza, el duque con ella, cerró el postigo, hizo luz con la linterna que llevaba bajo la capa, se quitó el antifaz y dejó ver su semblante á Esperanza. La muchacha se estremeció y cayó de rodillas. ¡Ah, señor! ¡perdonadme, perdonadme por haber dudado de vuecencia! exclamó. No me conocías dijo el duque , y nada tiene de extraño.
Pues es necesario que le encontréis, pero que no sea aquí. ¡Cómo, señor! Vais á sacar este cadáver por el postigo á la calle. ¡Señor! Sé que os pido mucho; ¿pero sabéis lo que yo puedo hacer por vos? ¡Oh, excelentísimo señor! ¿Pero cómo he de hacerlo? Quitad esas luces de en medio dijo el duque. Doña Ana tomó la linterna del alcalde, y con la suya las puso en una habitación inmediata.
Palabra del Dia
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