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Actualizado: 21 de junio de 2025


Esté vuesa merced atento, y verá cómo á la media noche entran algunos en su casa por el postigo. Guarde Dios á vuesa merced.» ¡Oh! ¡oh! ¡oh! exclamó el alcalde ; ¡asesinato de hombre casa de la querida del duque de Uceda, y á manos del cocinero mayor de su majestad! Este tal cocinero es muy rico, y el duque podrá ser que se interese harto por su manceba. ¡Oh! ¡oh! ¡oh!

Abrióse ésta al momento, y la dolorida voz de la duquesa exclamó: Salvadme, caballero, salvadme; abrid el postigo; entrad; yo muero. El duque entró, y encontró á doña Juana desmayada. Entonces hizo salir la litera de la casa de enfrente, sacó á doña Juana en sus brazos, la metió en la litera, cerró el postigo, y partió hacia Navalcarnero.

Reconoció la primera reja por donde había hablado la noche anterior con Esperanza; vió sobre ella el mirador con celosías, y arrancándose una cinta del traje, la ató en un hierro; después, llegó á la última reja, y esperó. Pero tuvo que esperar muy poco, porque Esperanza, que ya le esperaba, abrió al momento el postigo de la reja. ¡Ah! ¡buenas noches! dijo la joven ; os esperaba con impaciencia.

Pues bien, obraré como me conviene, señor duque; y ya es tiempo; no quiero sumergirme con vos. Cuando llegaba á este punto de su pensamiento, Lerma abría el postigo y se cubría con él para no ser visto por un acaso desde la calle. Calderón salió.

La tardanza de don Baltasar era porque él no entraba nunca en la callejuela donde estaban los soportales y el postigo, sino después de haber visto el resplandor de una luz, desde la calle del Hombre de Piedra, en los vidrios de una ventana de la parte principal de la casa, cuya seña hacía Lisarda para que él supiese que podía ir sin cuidado; y aquella noche Lisarda no había hecho la seña a la hora de costumbre, porque en aquella hora estaba yo viniendo al mundo, y ella estaba junto a mi madre.

Después, la puerta de Santa Catalina, negra y dorada, con gran riqueza de follajes policromos, castillos y leones en las jambas y dos estatuas de profetas. Gabriel se alejó algunos pasos, viendo que por la parte de adentro abrían el postigo de esta portada. Era el campanero, que acababa de dar la vuelta al templo, abriendo todas sus puertas.

Responder a mi pregunta, dejar el juego y lanzarse a abrir el postigo, mientras los otros chicuelos, suspensos y algo cortados, me contemplaban con los ojos muy abiertos, fue todo uno; y no bien hubo asomado la cabecita al corral, cuando ya comenzó a gritar allí: ¡Madre!... ¡madreee! ¡Aquí está un señor que viene a casa!

Con el transcurso de los tiempos, habiéndose alzado edificios desde la Puerta de Triana al Postigo del Carbón, y construído de nuevo los Malecones, se formó entre éstos y la orilla del río una alameda en la que se plantaron cuatro filas de álamos, y que tomó el nombre de paseo del Arenal.

Joaquinito, encarnado de placer, y un poco por el anís del mono que había bebido, creyó del caso coronar el edificio de su gloria cantando algo nuevo. Se puso en pie, estiró una pierna, giró sobre un tacón y cantó, o se cantó, como él decía: Ábreme la puerta, puerta del postigo.... «Era preciso acabar con las preocupaciones del pueblo. ¡La Regenta! ¿Dejaría de ser de carne y hueso?

Cuando llegué al postigo, aquel hombre, á quien reconocí á la luz de la luna y que era el mismo soldado que durante algunos días había estado de aposento en nuestra casa, había puesto á Margarita sobre el arzón de su caballo, había montado y había partido.

Palabra del Dia

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