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Actualizado: 21 de junio de 2025
Entre tanto el cocinero del rey murmuraba abstraído y pensativo: Es muy posible que sea verdad cuanto ese bribón me ha dicho; yo no me fío de ninguno; un negocio redondo por otra parte, mil quinientos doblones de ganancia, como quien dice, de una mano á otra; pero el asunto es demasiado grave, y la prudencia aconseja no meterse de frente en él... mi sobrino postizo es hombre, según dice mi hermano, capaz de meter un palmo de acero al más pintado, y don Rodrigo Calderón, está en el banquete del duque... después se encerrará en su despacho, y saldrá allá muy tarde por el postigo... ¡Ah, señor sobrino! os voy á procurar una buena ocasión... una ocasión que os hará hombre.
No había acabado Quevedo de pronunciar estas palabras, cuando rechinó una llave en la cerradura del postigo del duque, se abrió éste, se vió luz y salió un bulto. El postigo volvió á cerrarse. Ahí le tenéis dijo don Francisco en voz baja á Juan . Dejadle que adelante algunos pasos más, y á él. Juan Montiño salió del zaguán y se fué tras aquel bulto.
Anda, anda, Florela, y dile que ya puede salir sin temor, y sácale tú misma por el postigo del huerto antes de que venga el día más claro, y que Dios le ayude, y a El plegue que no vuelva, que estoy sintiendo barruntos de que no le he conocido sino para mi desdicha.
Procurad saber quién es ese hombre de que la reina se ha valido; averiguado que sea, hacedle prender, y esto al momento. Después, id á avisarme al alcázar. Don Rodrigo conoció que la orden era perentoria, y fué á salir. No, por ahí no; tomad mi linterna; vais á salir por el postigo; de paso mirad si hay algún muerto en la calle, ó al menos señales de sangre. ¡Ah!
Las blancas tocas y la singular corpulencia denunciaban a doña Alvarez. Cada vez sacaba fuera mayor parte del busto, cobrando confianza. Por fin, chistó quedo, muy quedo, varias veces. Nadie respondía. El postigo cerrose.
Voy á llevarte á esconderte frente al postigo del palacio del duque. Y se volvió hacia la puerta. Pero de repente se detuvo.
Fué fundada, no se sabe precisamente en qué año, por el prior y familiar del obispo D. Leopoldo de Austria, el aleman D. Matías Muitenhoamer, que murió en 1569 y yace enterrado en ella. Ocupa un pequeño espacio al levante entre el postigo del Sagrario y la capilla de los Stos. Acisclo y Victoria. Capilla de la Asuncion de nuestra Señora.
Cruza la plazuela de la Catedral, atraviesa la Rúa, llega al caserón. El escudero le espera a la puerta. Uno y otro desaparecen por el postigo. Habiendo despedido a su paje con algunos doblones y convenido con Medrano el día en que habían de encontrarse en el pueblecillo de Cebreros, Ramiro abandonó la ciudad, al día siguiente, a la hora del alba. Escogió para salir la puerta de Antonio Vela.
Perdonad, perdonad, señora dijo Montiño, notando el disgusto de doña Ana ; los desventurados creemos que nadie tiene que hacer más que pensar en ellos. Adiós, señora, adiós... y recibid mil plácemes por vuestra buena fortuna. Adiós, señor Francisco, adiós. El cocinero salió y doña Ana cerró con precipitación el postigo.
Margarita marchaba delante de mí como un fantasma blanco. No sé por qué no la llamé. Había dentro de mí un poder desconocido que me impedía hablar. Margarita bajó al corral, le atravesó... Llegó al postigo, sonó una llave en la cerradura. Entonces grité: ¡Margarita! ¿á dónde vas? Pero la puerta se había abierto, un hombre había aparecido en ella, y había asido á Margarita, sacándola fuera.
Palabra del Dia
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