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Persistía, pues, con firmeza en su plan, pero lo retardaba, y mientras lo retardaba lo iba completando en sus pormenores, consultándolo todo con el padre Anselmo. Decidió doña Inés pagar ella el dote de Juanita. Sobre lo que vacilaba aún era sobre el convento en que debía ponerla.

Ellos podían poner la mano sobre todos impunemente; nadie podía ponerla sobre ellos sin quedar condenado ipso facto.

Al sentir el aroma de una maleza cualquiera, había adivinado en qué clase de vino habría que ponerla en infusión para conseguir una bebida excelente, extra fina... ¡Y qué entretenido era! Nos veíamos todas las noches, desde hacía años, fuera que él viniera a mi casa en Ilgenstein, o que yo me trasladase a caballo a Döbeln; y nunca me había parecido largo el tiempo que con él pasaba.

Se mantenía con ella en una actitud particularmente respetuosa, la saludaba con extremada cortesía, la llevaba del brazo a la mesa y le enviaba en verano, con el guarda, ramos de flores; pero evitaba cuidadosamente el quedarse solo con ella, para no ponerla en una situación falsa.

Pues , señor. ¡Vaya, vaya!...» Y así. Después empezó el boticario con Nieves: no a abrazarla, sino a hacerla mil preguntas y cumplidos y a ponerla en los cuernos de la luna por «guapa moza», acabando por sacarla parecidos con cada uno de los Bermúdez que él había alcanzado, contra la opinión del Bermúdez presente, que sostenía, con mejores títulos, que era «toda de los de allá», casi un retrato de su madre.

Mas sacóle de la puja don Lorenzo del Pedroso, el cual entró con una capa muy buena, la cual había trocado en una mesa de trucos a la suya, que no se la cubriera pelo al que la llevó, por ser desbarbada. Usaba éste quitarse la capa como que quería jugar, y ponerla con las otras, y luego, como que no hacía partido, iba por su capa y tomaba la que mejor le parecía y salíase.

Ronca, es un hecho. En aquel tiempo la Regenta hubiera mirado esto como una desgracia suya, que le mandaba exprofeso el destino para ponerla a prueba. ¡Un marido que ronca! Horror... basta. Veo que tuerce usted el gesto. Perdón. No más cháchara. A Frígilis que venga con usted o antes.

Es mi idea, es una idea mía. Y otra vez lo digo: la esposa que no da hijos, no vale... Sin nosotras las que los damos, se acabaría el mundo... Luego nosotras...». «Nada, nada, esta mujer está loca y no tendré más remedio que ponerla en la calle pensó Guillermina . ¡Y qué trago estará pasando la otra pobre, oyendo tales lindezas!». Notaba en ella cierta exaltación insana.

Intenta la reforma eclesiástica el concilio de Constanza; aborta esta reforma en Basilea, y Cárlos VII de Francia se atreve á ponerla en planta por medio de una pragmática sancion; pero de nuevo la deja frustrada el concordato de Francisco I con Leon X. Intenta la reforma religiosa Juan de Hus en Bohemia, y en la misma ciudad de Constanza es quemado como herege.

D. Cristóbal se la pidió al conde, con quien tenía extremada confianza, lo mismo que sus hijas, y éste se apresuró a ponerla a su disposición. En la iglesia de San Rafael se consumó de madrugada aquella venturosa alianza, prenda segura de paz entre el elemento civil y el militar.