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Por más que tenía conocimiento de la virtud de la esposa de su amigo Pepe, y nunca se le había pasado por la imaginación ponerla á prueba, excitado su orgullo, principió por galantearla en broma y concluyó por requerirla de amores en serio. Paca opuso la misma suave indiferencia á uno que á otro: ni se mostró halagada ni ofendida. Su táctica consistió en hacerse incrédula y en rehusar oirle.

Estudiaría su belleza para ponerla bien en el cuadro que le conviniera!... «Si él no estuviera ahí, se diría ella, yo sería menos lindaNo sólo sabría amarla, sino también divertirla. ¡Tendría amor y placeres en cambio de su dinero!... Vamos, Juan, un buen movimiento, llévame hoy a casa de madama Scott. No puedo, te lo aseguro.

La vista misma de la baronesa había llegado a hacérsele insoportable; su resolución de abandonarla estaba definitivamente tomada, y no aguardaba sino el momento de ponerla por obra; su primera idea fue, como hemos visto, llevar a cabo una especie de suicidio sepultándose en las austeridades de una de las más severas órdenes religiosas, y aun volvió, a hablar de nuevo a su amiga la señora de Aymaret sobre su próxima entrada en el Carmelo, esforzándose realmente en cifrar en el Cielo un amor para el que ya no quedaba esperanza alguna en la tierra; pero es menos difícil hacer un sacrificio que perseverar en él.

Y cuando su corazón de madre estuvo saturado de orgullo, me hizo sentar a su lado en las almohadas, apoyó su cabeza en y concluyó casi por ponerla sobre mis rodillas. ¡Oh! ¡Qué frescura! murmuró. En seguida cerró los ojos, respirando tranquila y regularmente, como si durmiera. Enjugué con mi pañuelo el sudor que cubría su frente.

El cacique y los principales quisieron tener la honra de formarla y ponerla en la plaza, no permitiendo que otros más inferiores pusiesen la mano en esta obra; luego, arrodillados todos al rededor de la cruz, la adoraron humildemente, y entre tanto, las mujeres y el resto del pueblo estaba bailando y cantando al son de sus instrumentos, y los cantares eran alabanzas de la Cruz, de la santa ley de Dios y de la Santísima Virgen; ni se acabaron las fiestas aquel día, antes bien las continuaron por muchos días, no sabiendo ponderar el consuelo que tenían, por haber de ser cuanto antes cristianos, y levantado y adorado en su tierra el árbol de nuestra Redención.

Desprovistos ademas de parages donde ponerla en depósito y á cubierto contra las frecuentes lluvias, les acontece muy á menudo el malograr completamente sus acopios, ó el verlos en gran parte averiados.

Después del entierro, y pasados los nueve días de duelo, la señora Rosa dijo un día a don Modesto: Don Modesto, siento mucho tener que decir a usted que es preciso separarnos. ¡Separarnos! exclamó el buen hombre abriendo tantos ojos y poniendo la jícara de chocolate sobre el mantel, en lugar de ponerla en el plato . ¿Y por qué, Rosita?

Nada. Estamos todos bien. ¿Ha habido muertos en el pueblo? Si; don Fulano, don Zutano. La señora de Tal ha estado enferma. Recalde escuchó las noticias, y después preguntó: ¿A qué hora se cena aquí? A las ocho. Pues hay que cenar a las siete. La Cashilda no replicó. Recalde creía que el verdadero orden en una casa consistía en ponerla a la altura de un barco.

Bueno, veamos, maese Marner, qué es lo que tenéis que decir... decís que os han robado. Explicaos claramente. ¡Haría bien en no volver a decir que soy yo quien lo ha robado! exclamó Jacobo Rodney con energía . ¿Qué habría hecho con su dinero? También hubiera podido robar la sobrepelliz del pastor y ponerla encima.

Stein aprobó mucho la propuesta y alcanzó de Marisalada que se prestase a ponerla en ejecución, prometiéndole en cambio ir a verla todos los días y divertirla con la flauta. Las disposiciones que aquella criatura tenía para la música, despertaron en ella una afición extraordinaria a su cultivo, y la habilidad de Stein fue la que le dio el primer impulso.