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Actualizado: 8 de julio de 2025


Luego, en la cubierta, se detuvo, abriendo su bolso de oro para sacar el espejito y el bote de polvos. Vió en el óvalo biselado del cristal el rostro faunesco de Tòni asomando detrás de su espalda con miradas de impaciencia. Dígale al capitán Ferragut que ya no le molestaré más... Todo terminó... Tal vez oiga hablar de alguna vez, pero no me verá nunca.

Unos avanzaban a toda prisa, fingiéndose preocupados con algún pensamiento de importancia. Otros desafiaban la curiosidad, ostentando arrogantemente las erosiones mal disimuladas por el peluquero con polvos de arroz. Los norteamericanos destapaban champán en el almuerzo y gritaban lo mismo que en la noche anterior, insensibles al cansancio y al trasiego de líquidos.

Sólo me inquieta una cosa decía entre dientes y compungido... la muerte de ese pobre paje Gonzalo... esa muerte cuyo autor conozco, y á quien no me atrevo á delatar porque sería necesario delatar á mi mujer... Vamos, es necesario olvidar esto, olvidarlo de todo punto... yo no he tenido la culpa; y luego, ¿quién sabe si aquellos polvos que me dió en la cárcel Cristóbal son un hechizo ó un veneno? los tengo aquí; me los metí sin reparar en ello en el bolsillo.

No usaba peluca, y sus abundantes cabellos rubios, no martirizados por las tenazas del peluquero para tomar la forma de ala de pichón, se recogían con cierto abandono en una gran coleta, y estaban inundados de polvos con menos arte del que la presunción propia de la época exigía.

Porque ¿quién le dice a esta.... 'Mira, , huelo a polvos de arroz, pero es porque... me abrazó y me besó... ¡el tenor de la Compañía italiana!?». Hueles a polvos de arroz dijo por tercera vez la esposa desvelada. Y con gran sorpresa del marido, un brazo que salió de entre la ropa del lecho no se alargó en ademán agresivo, sino que suavemente rodeó la cabeza de Bonis y la oprimió sin ira.

Los escarpines, primero son pañizuelos, habiendo sido toallas, y antes camisas, hijas de sábanas; y después de todo, los aprovechamos para papel, y en el papel escribimos, y después hacemos dél polvos para resucitar los zapatos, que de incurables, los he visto hacer revivir con semejantes medicamentos.

Sacaba a la luz sus aparatos, y cada uno de ellos era saludado con grandes risas: una navaja de afeitar del tamaño de un hombre; unas tenazas no menos grandes, que servían para arrancar muelas, todo de madera pintada; una brocha que era una escoba, con la que revolvía el líquido de un tanque, echando puñados de yeso que figuraban ser polvos de jabón.

Esto he dicho para que se me tenga lástima de ver a las manos que vine y se ponderen mejor las razones que me dijo; y empezó por estas palabras, que siempre hablaba por refranes: -De donde sacan y no pon, hijo don Filipe, presto llegan al hondón; de tales polvos, tales lodos; de tales bodas, tales tortas. Yo no te entiendo, ni tu manera de vivir.

Pues hombre, si usted se ha inventado la medicina, ¿cómo quiere usted que yo me haya curado con ella? dijo el catalán. Es que yo puedo facilitárselos cuando usted quiera. Muchas gracias; no soy amigo de drogas. ¿Drogas? Mis polvos no son drogas, señor mío; están hechos exclusivamente con vegetales. El catalán le miró fijamente, y después volvió la vista a , haciendo una mueca expresiva.

Mamá, me ha dicho una persona bien enterada que en el purgatorio acaban de suprimir los pianos. Hasta allí se van mejorando las costumbres. Mamá, ¿será faltarte al respeto decirte que hoy te has echado muchos polvos de arroz? Mamá, si yo tuviese una hija, por lo menos un día a la semana, la dejaría dormir cuanto quisiera. Estos donaires, cuando subían de punto, solían costarle bastante caros.

Palabra del Dia

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