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Actualizado: 13 de mayo de 2025
El toro, entre tanto, se mantenía en medio de la arena con la tranquilidad de un hombre valiente que, con los brazos cruzados y la frente erguida, desafía arrogantemente a sus adversarios. Pepe Vera escogió el lugar que le convenía, con su calma y desgaire acostumbrados y señalándoselo con el dedo a los chulos: ¡Aquí! les dijo.
Los toros debieron de adivinar semejante desafío, y noticiosos, sin duda, del trágico fin de aquellos héroes y mártires de su misma especie que embistieron arrogantemente en las orillas del Jarama á los primeros trenes de Madrid á Aranjuez y de Aranjuez á Madrid, nos volvieron la espalda con suma dignidad, como diciendo: ¡Nuestra raza cumplió ya ese deber! ¡Su protesta quedó escrita con sangre! ¡Paso á la majestad caída!
No faltó a una sola representación y aun logró asistir a los ensayos. El duque consiguió de la primera cantatriz que la diese algunas lecciones, y después, del empresario, que la ajustase en su compañía. Pero el ajuste a que se prestó el empresario, fue en calidad de segunda; propuesta que fue arrogantemente desechada por ella.
Ocho dias estuve solo en pleno océano, sin otra cúpula que el firmamento, sin otro apoyo que el abismo. Es arrogantemente temerario el valor del hombre que se ha lanzado á ciegas en medio de los precipicios y las tempestades. No hablo en manera alguna de hoy; hoy no tiene ningun mérito un viaje al rededor del mundo, hoy todo se conoce, hoy hay medios.
Al llegar de Inglaterra una remesa de mil ó dos mil libras esterlinas, bajaba arrogantemente desde su picacho al Casino. Un gran deber llenaba su existencia, y debía cumplirlo. ¡Esta vez iba á triunfar!
Inútil es añadir que recoje bastantes esbancigas, moneda austríaca que allí circula, del valor de una lira italiana. Ya que por incidencia he hablado de las venecianas, bueno será decir que son arrogantemente hermosas: las mujeres mas bellas que he encontrado en todos mis viajes.
Unos avanzaban a toda prisa, fingiéndose preocupados con algún pensamiento de importancia. Otros desafiaban la curiosidad, ostentando arrogantemente las erosiones mal disimuladas por el peluquero con polvos de arroz. Los norteamericanos destapaban champán en el almuerzo y gritaban lo mismo que en la noche anterior, insensibles al cansancio y al trasiego de líquidos.
Momo miró a María con toda la despreciativa dignidad compatible con su tuerta cara, y dijo en voz profunda y tono concluyente, alzando y bajando alternativamente el dedo índice: ¡Gaviota fuiste, Gaviota eres, Gaviota serás! Y le volvió arrogantemente la espalda.
Notando intrigado en su tono y su gesto irónica impudencia, monsieur Jaccotot le preguntó: ¿Qué lee usted, pues? Peralta se levantó arrogantemente y entregó al profesor un cuaderno, diciéndole: Esto. En la clase se hizo un gran silencio de curiosidad y expectativa... Monsieur Jaccotot tomó el cuaderno y lo abrió en su primera página.
Palabra del Dia
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