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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
Las ventanas cerradas, los postigos de arriba alambrados, para que entre el sol y el aire.... Me he gastado una barbaridad de dinero: lo menos doce duros; pero tengo un palomar en el que se criarían perfectamente todos los animales de pluma que entran en la plaza Redonda durante medio año. El único inconveniente son las malditas ratas. No hay ratonera ni polvos que puedan con ellas.
Bonis, con la espalda abierta, como él decía, temía a todas horas que llegase el momento de una explicación; pero Emma nunca volvía sobre el asunto de los polvos de arroz. Tampoco aludía jamás a lo que aquella noche extraña había sucedido, ni había vuelto a tener iniciativas de aquel género.
Tocante a esos polvos, encárgate tú de guardarlos, y si el caso llega, chico, no seré yo quien les haga ascos, porque, bien mirado, para lo que sirve esta vida... Lucidas estamos; ¡siempre penando, siempre penando! Espera que te espera, y cada día un desengaño... Te aseguro que el vivir es una broma pesada». Dame un abrazo le dijo Maxi arrojándose a ella medio vestido . Así te quiero.
PASTA PARA LAS MANOS. Se toman sesenta gramos de polvos de talco, pasándolos por un colador fino, para evitar que forme grumos, se mezclan con el jugo de medio limón y un poco de glicerina; se tiene en frasco herméticamente cerrado y se frota todos los días.
Emma venía vestida con un magnífico traje, que ninguno de ellos le conocía; traía la cara llena de polvos de arroz; el peinado de mano de peinadora, cosa en ella nueva por completo, pues nunca había consentido que le tocasen la cabeza manos ajenas, y lucía una pulsera de diamantes y collar y pendientes de la misma traza, todo muy caro y todo nuevo para el esposo y para el administrador.
Como que de allí ha salido todo... dijo una voz que se esforzaba en ser autorizada y convincente a pesar de ser la voz de un salvaje. ¿Qué ha salido de allí? Los polvos. ¡Los polvos! El que esto aseguraba era un hombrón, un animal de esos que aparecen en las tempestades populares, sin que se sepa bien quien los trajo, y en todas ellas dejan señal sangrienta de su paso.
Mucho traje, mucha palabra, polvos y pinturas a puñados... No es que yo diga que sea fea, no señor; ¡pero hijo, poco necesitas para volverte loco; las sobras de los demás!...
Por lo que veía, era muy blanca, y debía de seguir siéndolo; no, no eran polvos de arroz; era blancura sana, cutis inglés, una verdadera frescura y una hermosura a prueba de tijeras.
Sin querer, Bonis se dijo a sí mismo muy para sus adentros el sustancioso símil «un rayo que hubiera caído a mis pies, etc.», y por una asociación de ideas, añadió por cuenta propia: «¡Mal rayo me parta! ¡Maldita sea mi suerte!». Hueles a polvos de arroz repitió Emma. Tampoco ahora contestó Bonis en voz alta.
Cuando la sosa está bien deshecha, se le añaden diez gramos de polvos de jaboncillo, y a continuación una persona va echando poco a poco hasta tres litros de aceite, mientras otra, con un palo, revuelve sin cesar, siempre al mismo lado. Después de estar batiendo dos horas, y cuando está como natilla espesa, se echa a los moldes.
Palabra del Dia
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