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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Las mujeres le cogían el faldellín de terciopelo para admirar de cerca los bordados: clavos, martillos, espinas, todos los atributos de la Pasión. Sus botas parecían temblar a cada paso con el brillo de los espejuelos y la pedrería falsa que las cubrían. Bajo las plumas del casco, que aún hacían más obscura su tez africana, destacábanse las patillas grises del gitano.
Cornelio miró en la dirección que Horn le indicaba, y no pudo reprimir un grito de sorpresa. Quince o veinte aves se habían posado en una gruesa rama, y se peinaban al sol su plumaje ¡pero qué plumaje! Las tintas más espléndidas, los reflejos más brillantes y variados, todos los colores del prisma se confundían en aquellas plumas.
Particularmente aquellos de uso más inmediato y personal para su confesor, como los peines, las plumas de escribir, la fosforera, etc., fueron objeto para ella de una atención viva, ansiosa: les daba vueltas entre sus dedos con emoción, mientras una sonrisa tierna y sumisa vagaba por sus labios. Un alzacuello usado yacía sobre una silla.
En el teatro les cuentan los cómicos las historias de cuando Anam era país grande, y de tanta riqueza que los vecinos lo querían conquistar; pero había muchos reyes, y cada rey quería las tierras de los otros, así que en las peleas se gastó el país, y los de afuera, los chinos, los de Siam, los franceses, se juntaban con el caído para quitar el mando al vencedor, y luego se quedaban de amos, y tenían en odio a los partidos de la pelea, para que no se juntasen contra el de afuera, como se debían juntar, y lo echaran por entrometido y alevoso, que viene como amigo, vestido de paloma, y en cuanto se ve en el país, se quita las plumas, y se le ve como es, tigre ladrón.
Tú eres como esas águilas altivas, que más se elevan en las nubes altas cuando roza sus plumas el relámpago y estallan en su frente las borrascas. El choque engendra luz; por eso libras contiendas con la pluma o con la espada; brota el rayo del choque de dos nubes y al golpe del martillo el fuego salta...
Volvió á reir el príncipe. ¡Wilson con alas!... Se imaginó al Presidente con un sombrero de copa, sus lentes, su sonrisa bondadosa, y saliéndole de la espalda del chaqué dos triángulos enormes de plumas iguales á las que llevan los ángeles en los cuadros de la pintura religiosa. ¡Gracioso coronel!... Luego quedó pensativo, mientras su rostro tomaba una expresión grave.
Cornelio se apresuró a recoger la presa, examinándola con curiosa atención, mientras Van-Horn, que pensaba más en la carne que en las plumas, encendía una alegre hoguera. El papú, que parecía contentísimo del resultado de aquel doble disparo, se puso a desplumar delicadamente una de las aves, amontonando con gran cuidado las hermosas plumas.
He de saber cómo es Dios, cómo es el alma humana, de dónde salimos las plumas y á dónde volvemos, después de dar nuestro último vuelo e el viaje de la existencia.» Y así transcurrió un lapso de tiempo indeterminable, y ni se veía el fin de la Ciencia, ni la sed de saber encontraba donde saciarse por completo.
Oigo el roce de las plumas, el ahuecamiento del plumón con el viento fuerte, y hasta el crujido de la minúscula osamenta, rendida de cansancio. Después, nada. La noche, las profundas tinieblas, siguiendo a la escasa claridad del día, que sobre las aguas ha quedado retrasada. De repente advierto un estremecimiento, una especie de molestia nerviosa, como si hubiese alguien detrás de mí.
Y no es el menos notable un cesto, de paja y cáñamo entrelazados, donde hay tres paletas de madera muy dura, en que se frotaba la pastilla ó barra de tinta sólida, humedeciéndola, para que, desleída, sirviese. En cada paleta hay huecos en que se envainaban las cañas ó plumas, de las que se conservan tres.
Palabra del Dia
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