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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
Terminaba el piloto su carta con las súplicas de siempre: «¿Por qué te empeñas en seguir en el mar?... Deseas una venganza que es imposible. Eres un hombre solo, y tus enemigos son millones... Vas á morir si persistes en desafiarlos. Ya sabes que te buscan hace tiempo, y no siempre conseguirás librarte de ellos.
Metí en la nave lo que llevaba, vino, pan y otras cosas semejantes, y algunos papagayos que traia de las Indias. Aquella noche bebió el patron mas que debiera, y por mi bien se olvidó de mí, y me dejó en la posada: dos horas antes de amanecer, mandó al piloto que se hiciese á la vela.
Los alaridos de los australianos les hicieron ver que también habían acertado en su puntería, poniendo a dos enemigos más fuera de combate. Los dos jóvenes retrocedieron precipitadamente, cargando los fusiles, y llegaron adonde estaban el Capitán y el piloto, los cuales no habían abandonado la caldera. ¿Estáis heridos? les preguntó Van-Stael. No, a Dios gracias respondieron.
El piloto Lorenzo Fréitas, aunque sospechaba que Tiburcio no hablaba con seriedad, sino para embromarlos, se enojó y no quiso consentir que ni en broma se tildara de poco razonable la gloriosa y secular empresa de los portugueses, y habló así en su defensa: No es sólo la codicia mercantil la que nos ha llevado a la India, no es sólo el deseo de sobreponernos a la Señoría del Adriático, ni es sólo tampoco el afán de vencer al Islam, buscándole en la fuente misma de su mayor riqueza y despojándole de sus ocultos tesoros, lo que movió al Infante Don Enrique y ha movido después a sus sucesores a hacer cuanto han hecho.
Sin embargo, aquella sociedad compuesta de elementos tan poco homogéneos, vivía a bordo en perfecta inteligencia, gracias a la rigurosa disciplina que Kernok había establecido. Pasa lista dijo al segundo, y cada marinero fue respondiendo a su nombre. Faltaba uno, el piloto Lescoët, un compatriota de Kernok. Anótale para veinte chicotazos y ocho días de calabozo.
No sabéis lo que os espera. Porque el hijo de don Rudesindo se casó con la de Pepe la Esguila y el piloto de la Trinidad con la de Mechacan, se os figura que todo el monte es orégano. Al freir será el reir... Mirad, mirad a Benita la del señor Matías el sacristán. ¿Qué linda está y que compuestita, verdad? Benita está escriturada dijo Encarnación.
Por de contado que esta tercera persona indispensable en el barco para ayudar en la maniobra a su piloto, maldita la falta haría allí para otra cosa, sino por el bien parecer; y si tú conocieras a Leto como le conozco yo, pensarías de la misma manera. Le creo capaz de las más heroicas abnegaciones. No te rías; porque te juro que es de lo más singular que se ha visto este sujeto.
Una carta del Atlántico estaba sobre la mesa, y con el índice fué marcando un rumbo á su piloto; pero este rumbo no era á través del mar, sino lejos de él, siguiendo el interior de las naciones costerizas. Mañana dijo vienen los franceses á posesionarse del vapor. Puedes irte cuando gustes, pero convendrá que sea lo más pronto posible...
Tenia mas juicio este piloto que el nuestro en el gobierno de su nave, como despues declaró el suceso; y sin embargo continuó el nuestro su viage, dejándole allí. Naufraga nuestro navio, salen algunos á tierra en San Gabriel, y de allí van á Buenos Aires y á la Asumpcion.
Su primera visita había sido diez y siete años antes, cuando era piloto de un velero catalán, surto en el puerto de Nápoles, aprovechando la baratura de precios de un domingo. Todo lo había visto confundido en un grupo que se empujaba y pisaba por escuchar al guía de más cerca.
Palabra del Dia
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