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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Iban en traje de marcha y con todos los arreos de campaña: bota al cinto, ros enfundado, manta liada al cuerpo, y a la espalda morralillo, en cuya blanca tela destacaba limpia y bruñida la tartera para el rancho: en los pies alpargatas, levantada en el empeine la polaina para facilitar el paso, y recogidas en el correaje las puntas del capote, dejando ver los pantalones rojos, que se movían acompasadamente por filas como miembros de una máquina viva.
5 Y haciendo ímpetu los judíos y los gentiles juntamente con sus príncipes, para afrentarlos y apedrearlos, 6 habiéndolo entendido, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la tierra alrededor. 7 Y allí predicaban el Evangelio. 8 Y un hombre de Listra, impotente de los pies, estaba sentado, cojo desde el vientre de su madre, y jamás había andado.
Mis pies se paran por sí mismos como si a cada instante se clavaran en el suelo, delante de los añosos árboles aislados por el lindero del bosque, debajo de los cuales, por casualidad o por costumbre, se reunían de ordinario los ancianos, las madres, los niños, parientes y amigos, cuyas voces creo oír aún, confusas, tiernas o infantiles entre el murmullo ya sordo, ya argentino del arroyo inmediato. ¡Ay de mí! no volverán a sentarse en estas raíces, pero han dejado tal multitud de recuerdos, que hay momentos en que me parece que sólo están alejados de mí algunos pasos, que he equivocado el árbol o el claro del bosque para reunirme con ellos, y que voy a verles y oírles al doblar la senda.
Al pobre chico se le cayeron las alas del corazón cuando observó el desmedido lujo que allí reinaba, comparándolo con su pobreza, sus pies desnudos, sus calzones sujetos con un tirante y su chaqueta cortada por los codos. «Ya adivino lo que piensas manifestó la Princesa con disimulo. Tu traje no es el más conveniente para una fiesta como la de esta noche. En rigor, de verdad, no estás presentable.
Sin decir palabra, con cólera muda, cayó sobre el infeliz muchacho, y á pescozones y puntapiés lo arrojó de la taberna. Luego, jadeante y pálido, se acercó al mostrador. Oye, niña, ¿no te he dicho que no me da la gana que ese granujilla ponga los pies en esta casa? ¿Es que te quieres divertir conmigo? Y alzando al mismo tiempo la mano, le dió un golpe en el rostro.
Las formas métricas, que emplea Torres Naharro, consisten de ordinario en versos trocaicos rimados, casi siempre de ocho sílabas, aunque con pies quebrados, y tanto unos como otros alternan en las diversas piezas, y á veces componen estrofas muy artísticas. Preceden á cada comedia un introito y un argumento.
El primer acceso fue violento en extremo: posteriormente, al acostarse, en seguida conciliaba el sueño; pero al poco rato despertábale la rabia del dolor, tardando algunas horas en recobrarlo; repitiéndose estos exacerbamientos hasta que, posesionado el mal de ambos pies, quedó el infeliz postrado y sujeto a pasar los días de la cama a la butaca, y de ésta a aquélla.
El viejo Cristo de marfil que adorna las desnudas paredes de tu cuarto, aquél que obró el milagro de los peces y de los panes ácimos, que serenó el tumulto de los mares con la caricia de sus pies descalzos, y en su doctrina de piedad y amores perdonó a Magdalena sus pecados.
Iba Rita a entornar la puerta, llena de pavor, cuando vió a los pies del lecho alzarse una figura delicada y gentil, que avanzaba hacia ella con los brazos abiertos, y a poco tuvo a Carmen acariciada sobre su corazón viejo y bondadoso. Salieron las dos por el corredor adelante, y la anciana iba preguntando, atónita: Pero, ¿qué tiene Julio?
Y así atravesaron la plataforma y entraron en la casa, cuyo piso estaba cubierto de fuertes y gruesas esteras. Aquella choza era muy amplia, de forma cuadrilonga y bastante alta de techo. Estaba dividida en cuatro compartimientos o habitaciones cuadradas de veintiocho a treinta y cinco pies de lado cada una, con su puerta a la galería exterior.
Palabra del Dia
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