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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Algunos minutos después, abrumada quizá por el peso de su gloria y sintiendo generosamente el deseo de compartirla, la pianista preguntó por qué el señor Aldama no leía alguna de sus hermosas poesías que tanto renombre le habían dado. Como se trataba de un hermano de los amos de la casa los demás también lo preguntaron.

La verdad es que yo quisiera tocarlo todo en seguida, y al ver que no puedo y que he de fastidiarme mucho con ejercicios y escalas, me enfurezco y me entran ganas de dar puñetazos al piano. Y el travieso bebé decía esto con tonillo irritado, levantando el puño. Pero ahora continuó en tono más dulce , ya que no puedo ser pianista, me dedico al canto.

Eran unas agradabilísimas matinées, donde se oraba, tocaba el órgano expresivo la más hábil pianista, decía el padre una plática familiar, departía después amigablemente con las señoras acerca de asuntos religiosos, se confesaba la que quería, y por último pasaban al comedor, donde se tomaba te, cambiando de conversación.

Además, los invitados habían empezado á bailar en los salones y el pianista golpeaba rudamente el teclado. Unas palabras confusas llegaron hasta él. La pareja del gabinete levantaba el tono de su conversación á causa del ruido. Tal vez las emociones de su diálogo les hacían olvidar también toda reserva. Reconoció la voz de Fontenoy. ¿Para qué frases dramáticas?... no eres capaz de eso.

Entonces se presentó Spadoni. Castro tenía una idea vaga de que pagó el primer mes, pero no estaba seguro de ello. Lo que sabía con certeza era que no pagó más. Los propietarios, residentes en París, habían acabado por aceptar esta situación, viendo en el pianista un cuidador gratuito de aquella casa que les inspiraba miedo.

Aún se acordaban muchos de su fortuna asombrosa como banquero en el Sporting-Club. Era una noche histórica. Además, sabía por Valeria que la duquesa le había hecho un buen regalo. ¡Incomparable duquesa! dijo con entusiasmo el pianista . Siempre gran señora. La pobre, en medio de su desesperación, se acordó de . «Tome usted, Spadoni, y que tenga mucha suerteMe regaló veinte mil francos.

Parecía que los dedos eran bocas, y que estas bocas tenían hambre atrasada por las muchas notas que se comían. En ciertas escalas difíciles algunas notas se anticipaban a sus predecesoras y otras se quedaban rezagadas; pero cuando llegaba un efecto fácil, la pianista decía «aquí que no peco», y se indemnizaba de las pifias que cometiera antes.

Había olvidado decirle que me vi en la necesidad de fundar un Banco, sólo para mis tesoros. Y siempre que el Banco de Londres ó el Banco de Francia se veían en un apuro, me enviaban atentas cartitas para que los sacase del atolladero. Novoa rió de la sencillez con que el pianista contaba sus grandezas. Parecía obsesionado aún por su ensueño.

Los descubrimientos científicos acabarán por restringir considerablemente el dominio del azar al disminuir nuestra ignorancia. Se dilató el rostro del pianista con un gesto de ilusión. Usted es un sabio, profesor, ¡un gran sabio!... No mueva la cabeza; yo lo que digo. Y tengo la seguridad de que si continúa estudiando estas materias importantes, encontrará una martingala que...

Había perdido ya la dura inmovilidad con que acababa de arrostrar este momento de emoción. Se sentía muy segura de su triunfo. Y deseosa de asombrar á los curiosos con una calma imperturbable, sacó de su bolso una cigarrera de oro, una larga boquilla de marfil, y empezó á fumar. Después de este primer éxito, el pianista jugó con cierta autoridad.

Palabra del Dia

mármor

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