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Actualizado: 21 de mayo de 2025


De aquellas cosas que pasan... murmuró Mariano, demostrando perspicacia . Don Melchor tendría las uñas un poco largas; de consiguiente... Quita, quita, hombre. Melchor es la misma honradez. ; pero..., de aquellas cosas que pasan..., al verse allí entre tanto dinero..., de consiguiente... Hombre, no. Total, que se volvió para acá sin un real. No tanto.

Pero ahora se apoderó de Ester la idea de que Perla, con su notable precocidad y perspicacia, había llegado ya á la edad en que podía hacerse de ella una amiga y confiarle mucho de lo que causaba el dolor de su corazón maternal, hasta donde fuera posible teniendo en cuenta la consideración debida á la niña y al padre.

Después de algunos momentos de conversación general, doña Gertrudis empezó a dormitar y los dos jóvenes se retiraron al hueco de un balcón a decirse los dulces secretos de todos los días, más dulces y más amables cuanto más se repiten. María estaba preocupada. Su novio, con la perspicacia del que ama de veras, lo notó al instante. ¿Qué tienes hoy?... Parece que estás agitada...

Comprendió que la infeliz a quien estaba engañando no era casada trapisondista que mereciese desprecio por faltar a su deber, ni viuda buscona armada por la experiencia contra la seducción, ni siquiera mozuela desenvuelta y sabedora de cómo se finge la pérdida de la honestidad: era una pobre mujer realmente apasionada, que sin carecer de perspicacia y malicia, las tenía como adormecidas y embotadas por el pícaro amor.

¿Cómo diablos no lo he sospechado? dijo el diplomático encogiéndose de hombros, humillado por su poca perspicacia. Salta a la vista que es su hija. Y su única heredera. El joven se volvió como si le hubiera picado una mosca. ¿Cómo es eso? ¡Diablo! su padre le dejará naturalmente toda su fortuna. Es muy probable murmuró el conde mordisqueándose nerviosamente el bigote.

Aunque sintamos ofender la perspicacia de nuestros lectores, la verdad nos obliga a declarar que la damisela del corredor no era la blonda Nieves, sino la blonda Valentina. ¿Cómo? ¿Aquella arisca costurera tan enemiga de los señoritos y que además tenía un novio llamado Cosme? La misma en cuerpo y alma, con sus rizos dorados sobre la frente, su entrecejo saladísimo y nariz un poquito remangada.

A pesar de la veneración que Pablito le inspiraba Piscis llegó a presumir que le gustaba una de las costureras. ¿Cuál? Su perspicacia no llegaba a resolverlo. Comenzaron de nuevo su cántico las jóvenes, pero al llegar a aquello de Sólo , mujer divina, rezarás una plegaria en mi tumba solitaria, etc. Pablito soltó otro berrido estridente y atronador. Vuelta a la risa. Venturita se puso seria.

Y como por otra parte es evidente que el principio de los cartesianos debe entenderse en ambos sentidos, afirmativo y negativo, pues que al decir que lo que está comprendido en la idea clara y distinta de una cosa, se puede afirmar de la misma, entendian tambien que cuando una cosa estaba excluida, se podia negar; resulta que Kant dice lo mismo que ellos; así intentando corregir á todas las escuelas, ha incurrido en una equivocacion no muy á propósito para abonar su perspicacia.

Sólo un hombre con cien millones de pesetas de capital se podía autorizar tanto resoplido y escupitajo. El oficial se turbó un poco a su vista. El banquero, con la perspicacia que le caracterizaba, supo aprovechar este predominio. ¿De qué se trata, eh?

Pero ¡ay! ¿esperaría la muerte? ¿Era filial aquella prudente reserva? Liette cayó de rodillas. Perdona, madre querida; quería ahorrarte una decepción probable... Pronto, cuéntamelo todo... ¿Te ama? Así me lo ha dicho. ¿Y escrito también? Por eso recibías tantas cartas de Granville... La anciana se reía maliciosamente, muy orgullosa por su perspicacia. ¡Oh! dos solamente, y no las he respondido.

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