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Actualizado: 11 de junio de 2025


Pues aunque lo diga usted de guasa, de guasa, es la pura verdad... y Perico bajaba traidoramente la voz . Vale usted por diez suecas... y en tono más alto añadió si Juanito Albares no hiciese tanta majadería, maldito si nadie se acordaba, se acordaba de ella....

¿Qué? decía éste levantando los medio caídos párpados. Que te suena la cabeza. Perico abría los ojos desmesuradamente sin comprender. ; ya rato que la estoy oyendo sonar: hace glu, glu, como las ollas cuando hierben... ¡Qué tonterías tienes, Miguel! Te digo que , que te está sonando. ¡Milagro que no la oyes! Perico, entendiendo al fin la broma, se encerraba de nuevo en su mutismo.

Miguel, lleno de asombro, se dirigió a su habitación: al entrar oyó la voz de Perico. Buenas noches, Miguelito. Miró a todos los rincones del gabinete, y no vio a nadie. Estoy aquí, en la alcoba. Miguel fue a allá y le encontró metido dentro de su cama. ¡Pero hombre!... Perdóname... me hallaba medio desnudo y tenía mucho frío... Pero ¿qué ha sido eso?

Perico Gonzalvo no simpatizaba con Lucía, encontrándola muy provinciana y muy poco mujer en cuanto a las artes de agradar. Miranda, ya un tanto rejuvenecido por los favorables efectos de la primer semana de aguas, se iba con Perico al Casino, al Parque, enderezando la espina dorsal y retorciéndose otra vez los bigotes. Quedaban pues frente a frente las dos mujeres.

Puede afirmarse que todo villaverdino, al meterse en la cama por la noche, sabe de cualquiera de sus paisanos cuántas cucharadas de sopa se engulló ese día, así se trate del vecino más conspicuo como del bracero más humilde. Villaverde no pasará nunca de perico perro. ¡Qué ha de pasar!

Luego el muy papanatas, hizo lo que todos los gallos, lo que todos los gallos que están de mal humor... siguió Perico riendo a su vez . Si había de ponerse agradable, de decirle algo a la pobre chica... le soltó una filípica como para ella sola, para ella sola, porque no se había vuelto a Miranda de Ebro, de Ebro, a cuidarle la pata desencolada... También sólo a él se le ocurre desmayarse por una torcedura, y no telegrafiar a su mujer avisándola.... Y le preguntó con un aire trágico, trágico: «¿dónde anda tu solícito acompañanteEstaba el hombre celestial.

Entonces los que esperaban se avalanzaron hacia él entre humillados y rabiosos gritando y preguntándole a grandes voces: ¡Profanación! ¿Quién eres? ¿Por dónde has subido? Mientras el feliz mortal, mirándoles sin comprender su indignación, respondía con la mayor frescura: Soy Perico Mediano, y he subido por la escalera de servicio.

Pocos días antes del fijado para la vuelta de Perico, recibió Pilar una carta suya, que entregó a Lucía, a fin de que se la leyese.

La cosa fué, ¿sabe usted?, que su padre no podía ver a mi familia. ¿Qué habrá sido de Perico? ¿Se llama Perico? , Perico Caramanzana. ¡Y qué bien le iba el nombre! Tenía la cara fresca, coloradina y alegre, como una manzana. ¿Por eso le decían Caramanzana? Es su verdadero apellido. El padre se llamaba Apolonio Caramanzana. Le habrá oído usted mentar. ¡Ah!, era el mejor zapatero de España.

Eso es, D. Pedro López. No tan arriba. Pique más bajo. ¿Se le puede ver, o no? Creo que está durmiendo. Suba usted.... Eh, , Rumalda... ve con este caballero.... Di a Perico que si no tiene vergüenza de dormir a estas horas. Romualda era una mujercita encanijada y vestida de harapos que en la tienda inmediata ayudaba a la mujer de los parches a ensartar buñuelos.

Palabra del Dia

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