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Actualizado: 11 de junio de 2025


Mejor haría el ciudadano Calleja en acordarse de los diez y nueve reales que le prestó mi primo, el que tiene la pollería en la calle Mayor; reales que le ha pagado como mi abuela. Vamos, que y el pollero sois los dos del mismo estambre. , y acuérdese de la guitarrilla que le robó á Perico Sardina el día de la merienda en Migas Calientes.

¿Y usted? pronunció Perico, con unos asomos de galantería a que le incitaban el anochecer, el marido caminando delante y sus inveteradas malas mañas . Y usted, joven y bonita como es, ¿por qué no viene al Casino?

Sin embargo, cuando volvimos a casa tuve la buena fortuna de poder hablarla un rato aparte, gracias a Perico, el chiquillo de marras, con quien casualmente tropezamos. Verle y apoderarse de él, y sonarle y limpiarle la embadurnada cara con su pañuelo, fue todo uno para la hermana.

Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas.

Al regresar a casa con sus compras, brillaban de tal suerte los ojos de la anémica y estaban sus mejillas tan encendidas, que Perico le dijo: El demonio sois las señoras mujeres. En dándoos un sonajero o un cascabel, un cascabel, os curáis de todos los males. Me río yo de la botica, de la botica. Ahora no te duele el estómago. Periquillo.... ¡Eres la flor de la canela!

Exigía este régimen mucha constancia y, sobre todo, una persona que, continuamente al lado de la rebelde enferma, no descuidase ni un segundo el obligarla a seguir las prescripciones del facultativo. Ni Miranda ni Perico servían para el caso.

La noche se venía a más andar, un soplo helado movió el follaje; las dos damas se abrocharon, estremeciéndose, sus abriguillos de paño café con leche, a tiempo que dos bultos negros se destacaban al fin de la avenida. Eran Miranda y Perico, que se asombraron de hallarlas allí tan tarde. ¡Bonito modo, bonito modo de curarse! ¡Demonios! ¡Si no coges una pulmonía, una pulmonía como para ti sola!

6 Perico el de los Palotes, de tres ingenios. 7 La señora y la criada, de D. Pedro Calderón. 8 La corona en tres hermanos, de D. Juan de Vera y Villarroel. 9 La conquista de las Molucas, de D. Melchor Fernández de León. 10 Más merece quien más ama, fiesta que se representó á SS. MM., de D. Antonio Hurtado de Mendoza.

Era uno de los goces mayores de Lucía las conversaciones que a veces pasaba con Perico cuando él se dignaba tratarla, no como a una chiquilla, sino como a mujer hecha, y le comunicaba detalles, anécdotas y sucesos de lo que por lo regular no llegan a oídos de las doncellitas educadas con cierta severidad y recato.

Para ello tuvo necesidad de quedarse un poco rezagada, y yo, claro está, interesadísimo también por el niño, me quedé a su lado. Terminado el previo y provisional aseo, la hermana le prometió darle dos almendras si se venía con ella a casa, y Perico, de buen grado, consintió en perder de vista sus lares por algunos minutos.

Palabra del Dia

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