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Actualizado: 11 de junio de 2025
Como al pobre infeliz que empuña la trompeta de la publicidad se le olvide un detalle, como deje de decir que una lámpara tenía seis luces ó que el niño pequeñito hizo la desgraciada gracia de verter sobre una falda ó un pantalón una bandeja de sorbetes, ó que en un guardapelo ó pulsera se leía la inscripción de Perico, de Luís, ó de Pepe, harto tiene el pobre gacetillero, y más de una vez oirá cosas que le harán renegar del incienso vertido y de las prodigadas alabanzas.
Si yo tuviese sus onzas, sus onzas.... ¡ole con ole! Pero di, ¿y te parece a ti, que no hay gato encerrado en lo de Artegui y Lucía? ¡Pch! no silbó Perico, que a diferencia de su hermana, no era maldiciente, sino cuando se irritaba contra alguno . Ese Artegui tiene sangre de horchata, de horchata, y estoy segurísimo de que ni esto, ni esto le ha dicho.
Te traeré una cabeza de corzo para porta-bastón.... Pero, oye; mira que.... Perico estaba ya en el portal. Miranda le llamó por la ventana; pero él se volvió risueño, le dijo adiós con la mano y echó a correr hacia la estación. Y he aquí cómo de dos egoísmos venció el más osado, ya que no el más fuerte y grande.
Otras veces aquellos dedos, en sangre tintos, ocupábanse en usos industriales del género de Candelario; pero pronto recobraban su belleza revolcándose en espuma de jabón y estrujándose en agua hasta quedar limpios como el oro y finos como la seda. Así y todo se pirraban por dar una bofetada. ¿Qué se le ofrecía a usted, caballero? ¿Está ese Sr. Tablas? Perico querrá usted decir. Esta no es hora.
Perico Castrillo había sido un talentazo, sólo que entre las mujeres y la bebida le perdieron, y murió loco en el hospital de Valladolid. Antonio Castrillo había sido el mejor jugador de tresillo de la provincia, después se había ido a jugar a Madrid, y allí se agenció de modo, siempre jugando al tresillo, que se hizo un nombre en la política y fue subsecretario en tiempo de Istúriz.
El sello de sus hazañas marcaba siniestramente su rostro en un chirlo, que le cogía desde la frente hasta el carrillo, cegándole un ojo y abollándole media nariz. Los cinco detuvieran al anciano. "¡Mátale, mátale! dijo con aguardentosa voz el matutero, pinchando con la varita que llevaba en la mano el pecho de Elías. No, déjale, Perico. ¿De qué vale espachurrar á este bicho?
Más blanca es que la leche, y luego unos ojos.... No te fíes de blancuras intervino Pilar . Habiendo en el mundo toalla de Venus y blanco de Paros.... Es demasiado mujerona. Demasiado alta afirmó Perico como el zorro de las uvas.
Dentro de la hostería, en el primer aposento, en la sala común, sentados á una mesa y esperando con semblante alegre una cena, estaban dos lacayos de la casa real, á juzgar por su librea, y los dos soldados de la guardia española. ¿Sabes, Perico, que el tal cofre pesaba como una bendición, y que tengo los brazos dormidos? dijo un lacayo al otro.
Dejó la visita a Pilar más impaciente, más calenturienta, más excitada que nunca. Pilar se consumía; a toda costa quería salir de Vichy, volar, romper el opaco capullo de la enfermedad y presentarse de nuevo, brillante mariposa, en los círculos mundanos. Creía de buena fe poder hacerlo y contaba con sus fuerzas. No menos que ella se impacientaban otras dos personas: Miranda y Perico.
Para cualquier otro mortal no lo dudo, ¡pero para un director!... Observa, Perico, que tienes contraídos con el público ciertos compromisos ineludibles. La redacción se componía de una sala y gabinete en un cuarto entresuelo de la calle del Baño. En un principio todo era redacción, mas paulatinamente y a la sordina, Mendoza se fue quedando solo en el gabinete.
Palabra del Dia
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