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Actualizado: 29 de julio de 2025
Ruiloz quedó solo e inmóvil en el andén, al borde de la vía... triste, atormentado de mil cavilaciones; pero pronto abrió el alma a la esperanza, porque Julia permaneció asomada a la ventanilla hasta perderse el tren de vista en una curva que comenzaba junto a la salida de agujas.
Con este ruido, furia y alboroto llegaron donde Sancho estaba, atónito y embelesado de lo que oía y veía; y, cuando llegaron a él, uno le dijo: ¡Ármese luego vuestra señoría, si no quiere perderse y que toda esta ínsula se pierda! ¿Qué me tengo de armar -respondió Sancho-, ni qué sé yo de armas ni de socorros?
Ya veis que mi hermano no se atrevió á confiarlo á un papel que puede perderse, pero cuando llegué me lo reveló. ¿Y era... el duque de Osuna? Sí; sí, señora... ¿Y su madre?... Faltó el habla á mi hermano para revelármelo... murió poco después de haber llegado yo. ¡Qué desgracia! un secreto á medias... ¿y sabe él ese secreto?
Le cortaba con su navaja la cabellera y le daba por vestidos unos sacos, arrojándola en el rincón más obscuro, y allí permanecía sin que nadie le hablase, volviendo la espalda a la gente, temblando al oír una voz, hasta que, cansada de esta vida de abandono, si quedaba en ella un resto de voluntad, huía para perderse en los caminos.
Debieran los griegos acordarse lo que les costó pocos años antes no guardarla á los nuestros, pues estaba á pique de perderse el imperio griego, si los Catalanes, y Aragoneses tuvieran algun príncipe que les alentára.
Un pastorcillo de Luzmela, que tornando las ovejas la tropezó, oyóla suspirar un nombre conocido, como en demanda de amparo, y además la vió tender sus manos en la sombra creciente de la noche y no atinar con ningún sendero y perderse en la soledad silente de la vega.
No creo yo que sea posible ir más allá de donde, no sé si por mi ventura o mi desdicha, reconocida; obligada y enamorada me siento; y no extrañéis que esto delante de esta doncella aquí presente os diga, que ella es mujer, y sabe, o si no lo sabe lo barrunta, los rendimientos de amor a que puede llegar una mujer enamorada, no embargante la honestidad y la honra, que prendas preciosas son estas del alma, y no pueden perderse sin que antes se pierda el temor de Dios.
Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos del anciano sacerdote, rodaron lentamente sobre sus mejillas, y vinieron a perderse en las arrugas de su rostro. Sin embargo, el cura explicó a Juan que, aunque poseedor de la herencia de su padre, no tenía aún el derecho de disponer de ella a su antojo. Habría un consejo de familia, y le darían un tutor. Vos, sin duda, mi padrino.
Después de haberme extraviado diez veces en el barrio de París que conocía mejor llegué a los muelles. No encontré en ellos a nadie. París entero dormía como duerme de tres a seis de la mañana. La luna alumbraba los muelles desiertos, huyendo hasta perderse de vista. Apenas hacía frío: estábamos en marzo.
Caer los dos sobre la tierra empapada de sangre, como sobre un lecho de damasco rojo; besarla él, en los labios fríos, sin miedo a que nadie le estorbara; besarla y besarla hasta que el último soplo de vida fuese a perderse en la lívida boca de ella.
Palabra del Dia
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