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Actualizado: 24 de julio de 2025
Yo creí que no había mal en esto. Lo hice porque la señora no me descubriera que salgo todos los días a pedir limosna para mantenerla. Y si esto de aparecerse usted ahora con cuerpo y vida de persona es castigo mío, perdóneme Dios, que no lo volveré a hacer. ¿O es usted otro D. Romualdo?
Es don Francisco de Quevedo y Villegas, señor dijo el ayuda de cámara. ¡Ah! pues creo, Dios me perdone, que estamos perseguido por don Francisco. Perdóneme vuestra majestad, señor dijo Quevedo con voz campanuda y vibrante ; yo he sido llamado; que si llamado no fuera, no aportara yo en todos los años de mi vida por vuestra cámara.
Cien escudos traigo aquí en oro para daros en arra y señal de lo que pienso daros; porque no ha de negar la hacienda el que da el alma. En tanto que el caballero esto decía, le estaba mirando. Preciosa atentamente, y sin duda que no le debieron de parecer mal ni sus razones ni su talle; y volviéndose a la vieja, le dijo: Perdóneme, abuela, de que me tomo licencia para responder a este señor.
Perdóneme la señora del almacen, perdónenme los dos caballeros parisienses; yo no lo creo; en honra de Francia, no lo debo creer. Desde los altos y espaciosos pórticos de aquel templo, veiamos á un mismo tiempo la calle Real, la hermosa plaza de la Concordia, las entenas y cables de un bergantin surto en el Sena, y uno de los palacios que adornan la otra orilla del rio.
La señora tuvo un gesto de viva contrariedad, y por un instante su decepción fué sincera; pero en seguida cruzó sus manos cómicas: ¡Casado, usted! ¡Oh, qué desgracia, qué desgracia! ¡Perdóneme, ya sabe!... No sé lo que digo... ¿Y su señora vive con usted en el ingenio? Sí, generalmente... Ahora está en Europa. ¡Qué desgracia!
Perdóneme usted, señora... Como la cabeza se me va, no puedo hacerme cargo de nada. Usted ha dicho que si me comería yo una... Una chuletita.
Perdóneme usted en gracia del motivo respondió el joven apretándole la mano con naturalidad y afectuosa simpatía que lograron interesar a la dama. Pero no lo demostró. Al contrario, se puso más seria y emprendió la marcha hacía la sala. Raimundo la siguió.
Se la dí. Levantóse. Espero que ahora se quedará... Veamos, desarrúgueme un poco esa frente... Nosotros le haremos la vida tan dulce como sea posible, pero es preciso condescender un poco. ¡Qué diablo!... gusta á usted mucho su tristeza... Vive, perdóneme la palabra, como un verdadero buho. ¡Es usted una especie de español de esos que ya no se ven!... ¡Sacuda, pues, todo eso!
Además, contaba con que la ráfaga pasaría pronto, si es que no era una ilusión de mis sentidos; pero sucedió lo contrario, don Adrián: lo sospechado resultó evidente, de toda evidencia, y entonces acabé de cegarme. Este es el caso. Perdóneme usted lo que le haya alcanzado indebidamente de mi enojo; y para conseguir ese esfuerzo de su corazón, póngase, como antes dije, en mi lugar.
Este obedeció trasladándose a una sillita cerca de la de ella. Oiga, Pepe le dijo la niña en voz baja y temblorosa . Hace poco le he visto a usted ponerse serio conmigo. No sé si habré dicho algo que le pudiera molestar. Si fué así, perdóneme. No sé a qué alude usted.
Palabra del Dia
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