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Actualizado: 11 de junio de 2025


María Antonia, por primera vez después de su conversación y olvidada de su conversión, le dirigió entonces una mirada larga, fogosa, dulce y llena de promesas. Aproximando luego su rostro al de él, hasta el punto de que penetró por su boca y por sus narices el aliento de ella, dijo ella quedito y con desmayada dulzura: Ven de noche a casa. Nadie te verá y no lo sabrá nadie.

Lucía penetró en la nave y se arrodilló piadosamente entre los que lloraban a una muerta para ella desconocida. Oyó con delectación melancólica las preces mortuorias, los rezos entonados en plena y pastosa voz por los sacerdotes.

Jesús mío, ¿permitiréis a vuestra sierva poner los labios en vuestra divina persona? Jesús se inclinó aún más. María sintió que los cabellos se le erizaban y el corazón quería salírsele del pecho. Jesús había hablado. Su voz penetró como una música en el alma de la joven, que se creyó muerta y trasladada al cielo. Jesús había dicho: Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven.

Y, estremeciéndose, extendió la mano hacia el frasco de gotas de Hoffman, que estaba siempre a su alcance. Era la primera vez en su vida que tenía miedo. Cuando el viejo Hellinger penetró en la habitación de arriba, el espectáculo con que se encontró le heló la sangre en las venas. El cuerpo de su hijo yacía en el suelo, cuan largo era.

La gratitud penetró en mi corazón como una luz del cielo, como un bálsamo dulcísimo, y perdí por completo los pocos deseos que me ligaban a la vida. «Gracias pueblo de Madrid, exclamé dirigiéndome a la ciudad: gracias, pueblo generoso y culto, por no haber venido a gozar con el espectáculo de mi muerte ignominiosa. ¡Qué hubieras ganado presenciando la suprema agonía de un infeliz!

Fortunata iba a responder algo; pero la campanilla anunció que se aproximaba doña Lupe. Cuando esta penetró en la sala, ya sabía por Papitos quién estaba allí. ¿En dónde está esa loca? entró diciendo . ¡Pero qué oscuridad! No veo gota. Mauricia... Aquí estoy, mi señora doña Lupe. Ya nos podían traer una luz.

Déjala, hija, déjala ser todo lo hermosa que dicen y algo más todavía. Á ti no te toca más que compadecerla, porque le falta á la pobrecita la hermosura mayor, que es la honra. Soledad levantó el pestillo de la puerta y penetró en la estancia.

Es que voy a salir. ¿A dónde? Entra y te lo diré. Penetró don Pablo en el comedor, y sin quitarse el sombrero ni el abrigo, muy risueño, sentóse en el sillón de costumbre, y mirando a su hermana, dijo: Adivina la gran noticia que traigo... No ...

El piso alfombrado apagaba su andar, y con ambas manos extendidas palpaba las dos murallas buscando una puerta. Al fin, sintió ceder el muro, y, siempre con las manos delante, penetró en una estancia que le pareció chica, y donde al pasar tropezó en varios objetos, entre ellos unas barras de metal que se le figuraron de una cama.

Talleres aun humeantes y ranchos de pobrerío se diseminaban confusamente, y todo formaba una perspectiva sórdida y ruin. Sobre aquel montón fugitivo de cosas informes y de vida precaria, todo miserablemente pegado a la tierra, flotaba como una armonía la magnificencia triste del ocaso, derramando sombra y paz. El tren penetró vertiginosamente en el arrabal, haciendo temblar el viaducto.

Palabra del Dia

rigoleto

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