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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Lorenzo penetró en el dormitorio, ligeramente preocupado con la actitud en que había sorprendido a Melchor, y le dijo: ¿No te sientes bien? ¿Yo?... ¡Perfectamente!... ¿Por qué? Me dijo Ricardo que estabas sin muchas ganas de levantarte. ¡Cosas de Ricardo! ¡Tenía un poco de sueño y nada más!... en un periquete me visto e iremos a dar un galope; espérate.

Recuerdo, por ejemplo, que el general Máximo Gómez penetró un día en la ciudad de Santa Clara, y estuvo durante algunas horas en la ciudad, y se surtió y surtió a sus tropas de calzado y víveres, y ocupó ropas y municiones, y armamentos, y caballos, y medicinas; y al fin tuvo que marcharse, porque no podía sostenerse a pie firme, en tal lugar, contra las tropas españolas.

Persiguiéronle los otros, y viendo en su huída el apurado sujeto abierta la puerta de la iglesia de San Pedro, penetró en ella en el momento en que un cura decía misa, arrojándose á sus pies todo afligido y lleno de terror pánico.

Las tripulaciones estaban aburridísimas, pero Magallanes dijo: ¡Adelante! y buscó, dió vueltas, desenmarañóse en medio de cien islas, penetró en un mar sin límites, aquel día pacífico, cuya denominación ha conservado. El intrépido navegante encontró su tumba en las Filipinas.

Penetró en un cuarto desarreglado, con montones de ropa por el suelo y una mesa en el centro, donde la hija primera de los señores de Belinchón estaba aplanchando una camisa en traje no adecuado a su categoría. Un vestidillo raído y un pañuelo atado a la cintura como las artesanas; en los pies unas zapatillas bastante usadas.

En ninguna parte penetró en mi corazón más dulce sensación de paz. Pero también es inmensa alegría la de alcanzar una alta cumbre que domine un horizonte de picos, de valles y de llanuras. ¡Con qué voluptuosidad, con qué arrebato de los sentidos se contempla en su conjunto el edificio cuyo remate se ocupa!

Si algo de esto o todo esto pensó la muchacha, y en su inocencia no penetró en otros misterios, salva queda la bondad de lo que hizo.

En un tris estuvo que Maxi diese el salto y cayese sobre la presa. La lógica le salvó. «Soy mucho más débil, y me destrozará... Un revólver, un rifle es lo que yo necesito». Cuando los amantes desaparecieron de su vista, Rubín penetró en su casa.

Su ser estaba suspenso entre el regocijo y el temor, esperando la palabra o el gesto que expresaría para ella todo el bien o el mal que la vida podía reservarle. En ese momento un lacayo penetró presuroso en la cuadra anunciando que don Alonso Blázquez subía las escaleras.

Mientras duraban estas explicaciones en voz baja, Amparo había leído el título de algunos folletos: «La verdadera Iglesia de Jesús.... La redención del alma.... Cristo y Babilonia.... La fe del cristiano purificada de errores.... Roma a la luz de la razón...». Entre los retazos del diálogo que llegaban a sus oídos y los fragmentos de hoja impresa en que fijaba la vista, penetró el misterio.

Palabra del Dia

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