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Actualizado: 6 de julio de 2025
Púsose Damián a afeitarle como todos los días, y al sentir sobre la garganta el frío del acero, no pudo contener un estremecimiento de espanto... Un ligero golpecito, un leve movimiento, y correría la sangre, y vendría la muerte, y se acabaría la vida allí mismo, sin auxilio, sin remedio, pasando de la agonía a la sombra pavorosa de eso que llaman eterno, corriendo por Madrid la noticia del crimen de la calle de Alcalá, como había corrido cuatro años antes la del crimen impune y misterioso de la calle del Turco... Y aquel ligero golpecito, aquel leve movimiento, podía determinarlo en la mano de Damián, otro ligerito golpecito del oro de los masones.
Por fin su imaginación enfermiza resumió todos aquellos desvaríos en esta pavorosa duda: «Si fuese fea... ¿me querría?» Jamás mujer bonita se ha hecho pregunta tan terrible. En estado de ánimo análogo al suyo debió de verse aquella dama que, perseguida con deseos torpes por un rey de Castilla, se abrasó el rostro para evitar la ocasión de su deshonra.
¡Ah la hurí! temblando dice; y volviéndose á su gente ¡llevadla! añade vehemente con fiero acento brutal; y aquella voz pavorosa que á los árabes sorprende, su honrada cólera enciende y es del combate señal.
Algo debí de pensar, considerando cómo la pobre Luz se destruía al primer choque de su inocencia con las maldades del mundo, en si fui o no fui discreta al cultivar a la sombra una planta destinada a vivir al aire libre, para venir a parar a que no estaba lo malo en esconder más o menos a una hija para que viera o no viera ciertas cosas, sino en que una madre tenga faltas que no puedan ser confesadas a voces; porque pensar en esto y llorar mucho mientras la pobre enferma dormitaba, aún sin tan grandes motivos, había sido mi ocupación en las veladas anteriores; también recuerdo confusamente la hora en que Ángel se despidió para volver por la mañana, y algo como impresión pavorosa que entonces sentí, sin saber por qué, al considerar que me quedaba sola junto a aquel lecho, que me parecía una tumba...
Tenía racional disculpa mi egoísmo en las emociones de la brega excepcional que traía y en la que me aguardaba entre las tinieblas de la noche, tan pavorosa en aquellas abruptas soledades.
Don Juan se aleja de ellas, y llega a la orilla de un lago, por cuyas tranquilas aguas se desliza una barca tripulada de doncellas, que se alejan cantando tristemente. Las mira y ve que son sus propias ilusiones, que bogan río abajo de la vida despidiéndose de él para siempre. Por último, todo cambia: lo fantástico se trueca en realidad pavorosa.
Era aquella naturaleza agreste y sombría, y hacíanla pavorosa los muchos saltos de agua que se despeñaban de los riscos, el continuo lamentar de la corriente del río detenida por las peñas y la falta de sol que ocultaban ya en aquella hora las dos altas montañas. Currita, sentada en el pescante, sombría como la naturaleza y no como ella en calma, daba vueltas en su memoria a la carta de Loyola.
Ramiro cayó de rodillas, como si un dardo venido de lo alto le hubiese traspasado de pronto, y las avemarías manaron de su pecho bullidoras y cálidas. Sus ojos cerrados veían una pavorosa negrura sobre la cual desfilaban llameantes imágenes de purgatorio.
Después de tan múltiples y prolijas meditaciones, llegan los ensayos llamados «de mesa», que algunos directores de escena tan peritísimos como Fernando Díaz de Mendoza, estiman adversos á la espontaneidad que debe dar gracia y frescura á la labor del comediante; luego los ensayos de conjunto ó generales, donde cada actor se habitúa á conocer el verdadero sitio que ocupa en la obra con relación á los otros personajes, y, finalmente, la noche, siempre pavorosa y terrible, del estreno.
Las muchedumbres dejaron de matarse y colgaron las armas gracias a la feliz gestión casamentera de un canciller, que resolvió una vasta y pavorosa tragedia tramando una boda oportuna que acabó con el rencor de dos monarquías y de sus leales súbditos.
Palabra del Dia
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