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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Me he explicado la melancolía constante y profunda de mi madre; me explico también su disgusto por la sociedad, y aquel vestido simple y uniforme objeto ya de las burlas, ya de los enojos de mi padre: Pareces una sirvienta le decía. Yo no podía dejar de ver que nuestra vida de familia era algunas veces alterada por querellas de carácter más serio, pero jamás fuí testigo inmediato de ellas.
Este procedimiento prudentísimo no le valió, sin embargo. Ya una vez, como repitiese con harta frecuencia lo de asomar la nariz á la puerta de la alcoba, Doña Blanca había dicho: ¿Qué haces ahí? ¿Vienes á molestarme? Pareces un buho que me espanta con sus ojos. Déjame en paz, por Dios.
Después he pensado que no debes ser tan fiero como pareces... y he venido. Miguel, silencioso, parecía hablar con sus pupilas fijas en Alicia. ¿Y para qué había venido? ¿Qué negocios deseaba proponerle? Ella sonrió con una expresión de gracioso cinismo.
-Hábil pareces -dijo don Quijote. -Y desdichado -respondió Ginés-; porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio. -Persiguen a los bellacos -dijo el comisario.
«¿Qué tal? dijo doña Lupe . ¿Hay sueño? Son las once». Ha venido usted a turbar nuestra felicidad replicó Maxi sentado, y moviendo las piernas en el aire . Mi elegida y yo deseamos estar solos, enteramente solos. Los misterios inefables que a ella y a mí... ¿Pero qué volteretas son esas que das? Pareces un saltimbanquis.
Inmediatamente increpó a maese Manuel, que le miraba azorado: ¿Qué haces ahí, zopenco, que no destapas las botellas? Pareces el arcángel Gabriel que esculpió maese Nicolás para la capilla de la reina Margarita. ¿Soy acaso la Virgen para que me anuncies el nacimiento del niño Jesús? En un abrir y cerrar los ojos, las botellas estuvieron abiertas.
¡Jesús; pareces una muerta!... No, no; éste tampoco... Aquí; a ver el color amarillo... No estás mal..., pero te hace rubia, y las morenas deben quedarse morenas, quiero decir, las pelinegras, porque ya sabemos que tú eres blanca. Vamos a ver el azul... ¡Oh, sorprendente!... ¡Maravilloso!... ¡Qué hermosa estás, criatura! Tenía razón el joven marqués.
La lucidez de mi amoroso anhelo entrevé tu límpida mirada, que a través de las sombras de tu velo me hiere el corazón como una espada. Marchando, silenciosa y recatada, hacia el altar, con religioso celo, pareces una virgen arrancada de las alturas del divino cielo. La nieve de tu frente se ilumina cuando el ungido tu presencia acierta y a darte el cuerpo de Jesús se inclina;
No le pareces sultana de belleza caprichosa: le pareces, más hermosa, antigua virgen cristiana... Soberana, al ver doblar tu cabeza sobre tu brazo a la noche, flor eres que cierra el broche para ocultar su belleza. ¡Como encierras y avasallas de tu pasado el blasón! ¡Bien lo dice el cinturón que te ciñen tus murallas!
No pareces criminal, la justicia no te prende al menos; verdad es que la justicia no prende sino a los pequeños criminales, a los que roban con ganzúas, o a los que matan con puñal; pero a los que arrebatan el sosiego de una familia seduciendo a la mujer casada o a la hija honesta, a los que roban con los naipes en la mano, a los que matan una existencia con una palabra dicha al oído, con una carta cerrada, a esos ni les llama la sociedad criminales, ni la justicia los prende, porque la víctima no arroja sangre, ni manifiesta herida, sino que agoniza lentamente consumida por el veneno de la pasión que su verdugo le ha propinado. ¡Qué de tísicos han muerto asesinados por una infiel, por un ingrato, por un calumniador!
Palabra del Dia
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