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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Yo, que vi cuán honrada gente era la que hablaba con mi tío, confieso que me puse colorado, de suerte que no pude disimular la vergüenza: echómelo de ver el corchete, y dijo: "¿Es el padre el que padeció el otro día, a quien se dieron ciertos empujones en el envés?" Yo dije que no era hombre que padecía como ellos. En esto se levantó mi tío, y dijo: "Es mi sobrino, maeso en Alcalá, gran supuesto."

Bonifacio, que a pesar de todo quería a su mujer más que todos los tíos y primos, olvidando el propio crimen, quiso enterarse del mal que padecía la víctima; a duras penas pudo conseguir que Emma, tendida en un sofá y ahogando los sollozos, señalase con una mano en el lado izquierdo la región del bazo. Pero, hija... se atrevió a decir, si eso... no es el hígado. El hígado está al otro lado.

En realidad no era aquello virtud, sino cansancio del pecado; no era el sentimiento puro y regular del orden, sino el hastío de la revolución. Verificábase en él lo que D. Baldomero había dicho del país; que padecía fiebres alternativas de libertad y de paz. A los dos meses de una de las más graves distracciones de su vida, su mujer empezaba a gustarle lo mismito que si fuera la mujer de otro.

Mas he aquí que un día, al bajarse Timoteo para recoger un corcho que se había caído al suelo, vio don Pantaleón en su cuello una mancha encarnada que al punto le pareció de carácter herpético. Nada dijo por entonces. Procuró con maña cerciorarse. Pronto logró averiguar que Timoteo, en efecto, padecía de herpetismo.

Raro era el domingo en que no salían de las Escuelas dos o tres señoritos con la cabeza rota. Pablito había librado, hasta entonces, bastante bien, gracias a su fidelísimo Piscis, que se encargaba de llevar por él los garrotazos que se le destinaban. El único contratiempo que padecía en la mayor parte de las reyertas, era la pérdida del sombrero.

El otro dio las buenas noches y se fue a su cuarto para acostarse. Aquella noche, que Cordero contó entre las más infaustas de su vida, no pudo este dignísimo sujeto conciliar el sueño, porque le asaltó, a causa de las últimas palabras de su amigo, un pensamiento tan mortificante que le cambiaría de buen grado por la quebradura de todos los huesos de su cuerpo; de tal modo padecía su espíritu.

Juan levantó sus ojos sombríos hacia María Teresa, y su cólera desapareció, no dejándole más que una herida secreta que sangraría mucho tiempo; él lo sabía bien... La que lo miraba con cara risueña, no sospechaba la turbación que su presencia provocaba. ¡Con tal que no lo supiera nunca! Juan creía que para él era cuestión de honor dejarle ignorar siempre las torturas que padecía a causa de ella.

¡Lejos de esta gente! me dije esa mañana al salir de la misa de doce, y me fui a mi casa, a mi pobre casita, resuelto a no tratar más ni con los tertulios de la botica ni con las señoritas Castro Pérez, y decidido a no venir a Villaverde sino de tiempo en tiempo. Después de la comida me puse a escribir. La idea de que Linilla padecía y lloraba por causa mía me tuvo inquieto toda la tarde.

En contra á San Miguel bien se mostraba Del parecer de todos los prelados: Al Arzobispo él solo se juntaba; Mas á aquellos que fueron congregados, El Arzobispo presto excomulgaba, Y en tablillas los pone declarados. En aquesto el de Quito muerto habia, Y Granero de gota padecia.

Quedose Juan con esta noticia más pensativo y peor humorado, sintiendo arreciar los síntomas del mal que padecía, y que principalmente se alojaba en su imaginación, mal de ánimo con mezcla de un desate nervioso acentuado por la contrariedad. ¿Por qué la despreció cuando la tuvo como era, y la solicitaba cuando se volvió muy distinta de lo que había sido?... El pícaro ideal, ¡ay!, el eterno ¿cómo será?

Palabra del Dia

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