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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Estaba escoltada por los dos hermanos Casanova, que la habían acompañado en unión de la doncella. Continuaban disputándose su corazón, con empeño rabioso por parte de D. Peregrín, con noble y severa tranquilidad por la de D. Juan. En este certamen de amor la virtuosa y madura señorita padecía mucho, por creerse culpable de las reyertas que a lo mejor estallaban entre los dos hermanos.

Con su auxilio, empezó la cura, que fue ciertamente terrible; pero Stein parecía no hacer caso del dolor que padecía el enfermo, y que casi le embargaba el sentido. Al cabo de media hora, reposaba el duque, dolorido, pero sosegado.

«Don Fermín padecía», pensaba el pobre don Francisco y sin querer, con gran remordimiento, él se alegraba un poco, gozaba el placer de una venganza... «irracional... injusta... todo lo que se quiera... pero gozaba acordándose de su hija muerta». , don Fermín padecía. «Aquella necedad del tendero de enfrente era una complicación».

Cayó en el sueño como en un pozo, y su mujer pasó muy mala noche, atormentada por el desagradable recuerdo de lo que había visto y oído. Al día siguiente Santa Cruz estaba como avergonzado. Tenía conciencia vaga de los disparates que había hecho la noche anterior, y su amor propio padecía horriblemente con la idea de haber estado ridículo.

835 Cuando yo mas padecía la crueldá de mi destino, rogando al poder divino que del dolor me separe, me hablaron de un adivino que curaba esos pesares. 836 Tuve recelos y miedos, pero al fin me disolví: hice coraje y me fuí donde el adivino estaba, y por ver si me curaba, cuanto llevaba le di.

Padecía frecuentes ataques, sobre todo desde la muerte de su madre, en que perdía unas veces la vista, otras el habla, con otra variedad de fenómenos extraños que por fortuna duraban poco tiempo. Además se veía acometido de profundas melancolías, crisis violentas que terminaban por un llanto copioso y prolongado corno en las mujeres histéricas.

El tiempo estaba hermosísimo y convidaba a gozar de la apacible amenidad del Retiro. Empezó la dama sus paseos matutinos con Isabelita y el pequeñuelo, y desde el segundo día se les agregó el señor de Pez, que padecía de rebeldes inapetencias.

La pobrecilla pasaba muy malas noches. Padecía insomnios, y ataques de convulsión que la obligaban a dejar el lecho por algunas horas y a pasearse por el aposento, apoyada en el brazo de Angelina. ¡Es para una hermana de la Caridad! me decía la tía Carmen. Conmigo no tiene la pobrecilla sueño tranquilo.

El señor disponía de su esclavo, como de sus muebles ó de sus animales, y así vemos corrientemente en los antiguos inventarios de bienes que se hacían por fallecimiento de cualquier persona, que, á seguida de la enumeración de los asnos, bueyes etc. hacíase el aprecio de los esclavos, hombres, mujeres ó niños, siendo de notar que de igual modo que se determinaban los defectos físicos de los brutos, marcábanse tambièn los de aquellos infelices seres; consignando por ejemplo, si era viejo, tuerto, ó manco, si padecía de bubas ó de enfermedad contagiosa.

Juan no supo contestar, porque tampoco él sabía de dónde diablos salían las chufas. Valencia se aproximaba ya. En el vagón entraron algunas personas; pero los esposos no dejaron la ventanilla. A ratos se veía el mar, tan azul, tan azul, que la retina padecía el engaño de ver verde el cielo.

Palabra del Dia

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