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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Estaba en lo cierto. La buena madre era una fuente de chorro continuo para describir las mil y una enfermedades que padecía. En aquellos momentos decía sentir una gran bola en el vientre, tan fría que la helaba; al mismo tiempo se quejaba de dolor de cabeza. Para ponerme en antecedentes de la dolencia empleó cerca de media hora, con una prolijidad tan fatigosa que a cualquiera desesperaría.
El brigadier padecía mucho con esta injustificada aversión y procuraba mitigarla, sin resultado alguno. Necesitábase la pasión loca que su mujer le había inspirado y su carácter pacífico, para que algunas veces no hubiese un escándalo en casa. Los parientes, en cuanto se hicieron cargo de lo que pasaba, mostraron mucho disgusto.
Y el señor Durand, artillero-carpintero-cirujano del brick, hacía notar juiciosamente que ninguno de los negros sometidos a la vigilancia de Kernok padecía de aquella somnolencia y de aquella pesadez peculiar a los demás negros.
Mientras padecía corporalmente, con el alma corroída y atormentada por alguna causa tenebrosa, y entregado por completo á las maquinaciones de su más mortal enemigo, el Reverendo Sr. Dimmesdale había ido alcanzado una brillante popularidad en su sagrado ministerio. En gran parte la obtuvo seguramente merced á sus padecimientos.
Los bárbaros se burlaban de los elementos: lo mismo se deslizaban en sus voladoras naves por los mas caudalosos rios, corriente arriba, que se burlaban de la furia de las tempestades en el Océano, donde con razon eran denominados los reyes del mar; dejábanse caer como nube de langostas sobre las ciudades y los campos, á su contacto ardian de súbito las mieses, las casas quedaban reducidas á humeantes escombros, los moradores á dura servidumbre, y los ganados y riquezas pasaban á sus naves! ¡Grande turbacion padecia la cristiandad durante aquella invasion sangrienta, pagana, encarnizada!
#Genio que se apaga.# Después de aquel ataque, las facultades mentales del duque experimentaron una merma considerable, al decir de cuantos a él se acercaban. Padecía extrañas distracciones. Su palabra era perezosa y más confusa que antes. Tenía caprichos fantásticos.
Después, mi tío Celso, el alma y el centro de todo cuanto le rodeaba, con su energía indomable, sus cuchufletas singularísimas, su atención siempre fija en el modo de hacerme, ya que no divertida, llevadera la vida en su casa, y los cuidados a que me obligaban el parentesco y la gratitud para velar por él con especial esmero durante el tiempo de las humedades y de los grandes fríos, en el cual, según dictamen del médico, corría su vida los mayores peligros, por la índole de la enfermedad que padecía.
El silencio de los cronistas del reinado de Enrique IV acerca de unos hechos de tanto bulto, no se estrañará si se atiende á que tampoco hacen mencion de otras violencias muy semejantes que por los mismos años exactamente padecia de parte de otro magnate otro prelado mas calificado todavía.
Basta consignar que era una mujer grosera y desgraciadamente muy pecadora, pero al fin y al cabo la única mujer del campamento Rodrigo, que precisamente pasaba la crisis suprema en que su sexo requiere mayor suma de cuidados y atenciones. Viciosa, abandonada e incorregible, padecía, sin embargo, un martirio cruel aun cuando lo atienden y dulcifican las compasivas manos femeninas.
La situación desairada en que esto le ponía, inflamaba más y más el orgullo de Santa Cruz, y ante el desdén no simulado, sino real y efectivo, que su mujer le mostraba, el pobre hombre padecía horriblemente, porque era para él muy triste, que a la víctima no le doliesen ya los golpes que recibía.
Palabra del Dia
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