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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Hullin comprendió por lo que oía que Catalina seguía pensando en la historia de Yégof; pero viendo cuán irritada estaba la anciana y pensando que sus propósitos contribuirían a la defensa del país, no hizo ninguna observación a este respecto, y dijo solamente: Entonces, Catalina, quedamos conformes; mañana iré a ver a Marcos Divès... , compre usted toda la pólvora y todo el plomo que tenga.

La pólvora y la sangre siempre humea, De sol á sol su ejército aun pelea, Y uno á uno sus hijos caer; Pero ella mas heróica y mas constante Los envuelve en su manto rutilante Y les ciñe coronas de laurel.

Al oír esta terneza y al ver delante la figura de Maxi, Fortunata sintió fuerte sacudida en su interior. Como una neurosis constitutiva de esas que se manifiestan de repente, cuando menos se las espera, así se presentó en el alma de la joven, a golpe, y a manera de explosión de pólvora, la aversión que su marido le había inspirado en otro tiempo.

A él le olía a pólvora el tal galanteo, y esto lo afirmaba con una sonrisa de orgullo, que hacía brillar la blancura de sus dientes de lobezno en el óvalo obscuro de la cara. Ninguno de los pretendientes adelantaba sobre los demás. En dos meses que llevaban de noviazgo, Margalida no había hecho más que escuchar, sonreír y responder a todos con palabras que turbaban a los atlots.

Parece que los Europeos tienen leche en las venas, miéntras que por las de los moradores del monte Atlante y paises inmediatos corre fuego y pólvora. Peleáron con la furia de los leones, los tigres, y las sierpes de la comarca, para saber quien habia de ser dueño nuestro.

«Cuando volvamos de los baños y yo le pida cuentas al tío, averiguaré si esto nos produce algo o nos arruina en efecto». Volvió, dando saltos como una codorniz, dentro del coche, y entró en la ciudad, decidido a no plantear nunca por propia cuenta una industria tan peligrosa como la de la pólvora.

Un nuevo espectáculo se presentó a sus ojos; en la ciudad reinaba el ardor de la defensa; las puertas se encontraban abiertas, y hombres, mujeres y niños iban y venían, corrían de un lado a otro, ayudando a transportar la pólvora y los proyectiles. De vez en cuando se formaban grupos de tres, cuatro o seis personas para comunicarse noticias. ¡Eh, vecino! ¿Qué pasa?

Buscaría en la mañana siguiente á un viejo doctor de Monte-Carlo que visitaba de tarde en tarde al príncipe. Necesitaba pólvora y balas; también se propuso buscarlas al otro día. Necesitaba dos cajas de pistolas, ¡y sólo tenía una!... Esto de las dos cajas lo consideraba esencial. Los padrinos del otro no sabían dónde encontrar la suya. No importa; él se encargaba de buscarla.

La señorita Guichard asintió con una inclinación de cabeza, pero su cara estaba tan sombría que Mauricio y Herminia se miraron con ansiedad. De esta conversación suprema, ¿saldría una nueva guerra ó la paz definitiva? Todo era de temer. La pólvora y el fuego puestos en contacto no podían producir más formidable explosión que Roussel quedándose en presencia de Clementina.

A la cola de los ejércitos vienen, como iracundas cantineras, los Herr Professor, llevando al costado el tonelito de vino con pólvora que enloquece al bárbaro, el vino de la Kultur.

Palabra del Dia

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