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Actualizado: 16 de mayo de 2025


7 Y después de grande contienda, levantándose Pedro, les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la Palabra del Evangelio, y creyesen. 8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como a nosotros;

Al ver que llegaba la mañana y no aparecía, la pobre estaría desesperada, pensando que quizá me habría ocurrido alguna desgracia. Comenzaron a salir las lanchas pescadoras. Grité, pero iban demasiado lejos para que me oyesen; tampoco era fácil que me pudieran ver.

Y esto ansí hecho y proveido, partió esta gente de guarda en la manera que ya habeis oido, é Inca Yupanqui con la que ansí quedó, é yendo por el camino derecho; y llegando á la quebrada, Inca Yupanqui, do el monte estaba y la emboscada le era hecha, ya que iba al medio de ella, llevando su gente apercibida y avisada de lo que sospechaban, tiráronle de dentro de la montaña una piedra á Inca Yupanqui y no le acertaron, mas de que dieron á uno de los que las andas llevaban; y visto esto por Inca Yupanqui y sus tres buenos amigos, dijeron en alta voz: ¡Á ellos, á ellos!; y como su gente, que ya tenian el monte cercado, oyesen la voz, dieron en los de la emboscada de tal manera, que no se les escapó hombre.

Veía que me condenaba a puñados y que me iba al infierno por sólo el sentido del tacto. Si hablaba, solía, porque no me oyesen los demás que estaban en las rejas, juntar tanto con ellas la cabeza, que por dos días siguientes traía los hierros estampados en la frente, y hablaba como sacerdote que dice las palabras de la consagración.

Era Karl que la buscaba por la cubierta de los botes. Hacía mucho tiempo que el clarín había lanzado la llamada al comedor, sin que ellos lo oyesen. El maestro Eichelberger, cansado de esperar, se había sentado a la mesa, enviando al niño en busca de su madre por todas las cubiertas. Mina huyó. «Hasta la noche... novio

Potaje el picador prorrumpía en imágenes poéticas de las suyas al contemplar la enorme astamenta de aquel animal. Eran tan grandes y tan separados sus cuernos, que un mirlo podía cantar en la punta de uno de ellos sin que le oyesen desde el otro. Gallardo se sentó junto a la mesa, elegante y llena de bronces, sin encontrar en su superficie otra incorrección que el polvo de varios días.

Por eso los de la clase baja somos unos borregos. ¡Pero si estuviera aquí don Joselito!... ¡Por vía e la paloma azul! ¡Si le oyesen ustés cuando se suerta a hablar como un ángel!...

D. Anselmo era además un parlanchín de siete suelas, y nada le encantaba más que el que le oyesen. Sólo se reposaban ambos en sus discusiones cuando jugaban al ajedrez. Solían jugar uno o dos juegos diarios. Don Anselmo, contaría ya sesenta años de edad.

Exprime nuestra miseria con sus trampas de usurero. Ni un céntimo ha dado para mi hijo.... Y la tal Mariquita es un pendón.... Lo digo yo, , señor. Sólo piensa en emperejilarse para que la vean los cadetes. Mujer, te van a oír decían suplicantes y con miedo algunas mujeres. Pero otras protestaban de este temor. ¡Que le oyesen don Antolín y su sobrina! ¿Y qué?

Por la noche, Valentina se acercó a mi lado en el jardín, juntos miramos al cielo; veía su cara risueña y espiritual, sonriendo, llena de luz, de vida y de sentimiento; en el piano las notas graves de Beethoven, me despedí de ella... La volví a ver otro día por la última vez... no pude, no supe decirle que la quería... Mi sueño se fue complicando poco a poco... apareció primero entre sus imágenes, la figura escuálida de un clérigo, después mi tío... a su lado, una mujer joven le estrechaba la mano... ¡esa mujer era Valentina!... Sentí una terrible opresión en el pecho; quise correr para separarlos, no pude: tenía ligados los pies; quise gritar para que me oyesen, tampoco pude, la emoción cerraba mis labios.

Palabra del Dia

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