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Haced que las gentes que están al lado del rey, cuenten sus pasos, oigan sus palabras... Tal las oyen, que aconsejo á vuecencia haga dar una mitra al confesor del rey. ¡Cómo! Fray Luis de Aliaga ha pasado toda la tarde al lado de su majestad, mientras vuecencia reconciliaba á sus enemigos y se creía por su reconciliación libre de cuidados. El duque quedó profundamente pensativo.

Casi todas dan más solemnidad e importancia a lo que se les escribe que a lo que se les habla. Muchas cosas, de que se ofenden o sonrojan si las oyen, las pesan y las meditan, y se deleitan en ellas con amorosa delectación cuando las leen. Si contestan de palabra a un galán que de palabra las pretende, les es fácil esquivar las cuestiones graves, tomándolo todo a risa.

Ignoraba lo que pudiese significar la palabra tongo; pero por si equivalía a farsa o engaño, se apresuró a decir con toda su autoridad: Esto ha sido un hermoso encuentro, ¿oyen ustedes, jóvenes?... Lo digo yo, que he presenciado muchos actos de igual clase... Y como nada queda por hacer, vámonos a tomar algo.

Aquí sospira un pastor, allí se queja otro; acullá se oyen amorosas canciones, acá desesperadas endechas.

, hijo, ; ni permita Dios que vea yo un dolor sin compadecerlo, ni que sea como esos desalmados que oyen un ay como quien oye llover. Que diga usted eso, tocante al prójimo, ¡anda con Dios! Pero los animales, ¿qué demonio?... ¿Y acaso no padecen? ¿Y acaso no son criaturas de Dios?

Pero vengan acá y díganme: ¿Para qué es eso de estarse arrojando balas y más balas, sin más ni más, puestos sobre cuatro tablas que, si se quiebran, arrojan al mar centenares de infelices? ¿No es esto tentar a Dios? ¡Y estos hombres se vuelven locos cuando oyen un cañonazo! ¡Bonita gracia!

Una vez que ha cumplido su deber, Juan vuelve la espalda al tiro; entra en el bosque, donde no se oyen gritos ni conversaciones, donde sólo el eco de los disparos rueda dulcemente por el aire. Se deja caer sobre el césped y dirige sus miradas a los pinos, cuyas finas agujas, bajo el sol del mediodía, lanzan reflejos como cuchillitos aguzados.

Vuelve después conducido en brazos de la diosa Quipoci, en cuyo seno descansa y duerme, mientras ella canta; y aunque la oyen no se deja ver de ellos, porque se está retirada dentro del tabernáculo. Hacen todos mucha fiesta en señal de grande alegría por su venida y la tratan como Madre de Dios, de la manera que nosotros á la Virgen Santísima.

Sólo abriréis cuando yo os diga: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí. Las chivitas, que eran muy bien mandadas, lo hicieron todo como se lo había encargado su madre. Y cate Vd. ahí que llaman á la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice: ¡Abrid, que soy el Carlanco! Que montes y peñas arranco.

Seis son los teatros que cuenta Viena, en la ciudad y en los arrabales: el principal, situado cerca de la plaza de la Harina, y donde se canta la ópera italiana, vale muy poco, tanto por su escasa significacion artística como por su defectuosa construccion acústica. En los meses de abril, mayo y junio, temporada de la ópera italiana, se oyen en el teatro de Viena buenos cantantes.