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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Por fin, después de momentos en que no brilló la paciencia cristiana, vimos aparecer nuestras bestias, que, bien pronto ensilladas, nos permitieron emprender viaje. Partimos todos juntos. Rompían la marcha las dos hijitas del ministro inglés, Mimí, de 6 años y Dizzy de 5, dos de aquellas criaturas ideales que justifican el nombre de «Nido de cisnes», que el poeta dio a la isla británica.

Sin embargo, no se olvidaba del tiempo que había pasado lejos; las páginas donde expresaba la dulzura de su nueva vida estaban todavía llenas de los recuerdos de la antigua. «A esta hora están mis compañeras en el jardín. Sor Ana se pasea en torno de la fuente, leyendo en ese libro que jamás termina, cuidando la pobrecilla a sus hijitas.

Las cabritas, que tenían su puerta muy bien atrancada, le respondieron desde adentro: ¡Ábrela, guapo! Á la mañana siguiente fué y se escondió, y oyó lo que la madre les dijo á las chivitas, que fué lo propio del día antes. Á la tarde se vino muy de quedito, y arremedando la voz de la cabra, se puso á decir: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí.

Si alguna envidia excitaba antaño la hermosura, garbo y labia irrestañable de la chica, ahora se volvió lástima, y las imprecaciones fueron contra el eterno enemigo, el hombre. ¡Estos malditos de Dios, recondenados, que sólo están para echar a perder a las muchachas buenas! ¡Estos señores, que se divierten en hacer daño! ¡Ay, si alguien se portase así con sus hermanas, con sus hijitas, quién los oiría y quién los vería echársele como perros! ¿Por qué no se establecía una ley para eso, caramba? ¡Si al que debe una peseta se la hacen pagar más que de prisa, me parece a que estas deudas aún son más importantes, demontre! ¡Sólo que ya se ve: la justicia la hay de dos maneras: una a rajatabla para los pobres, y otra de manga ancha, muy complaciente, para los ricos!

Sólo abriréis cuando yo os diga: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí. Las chivitas, que eran muy bien mandadas, lo hicieron todo como se lo había encargado su madre. Y cate Vd. ahí que llaman á la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice: ¡Abrid, que soy el Carlanco! Que montes y peñas arranco.

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