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Actualizado: 27 de junio de 2025


Las cabritas, que tenían su puerta muy bien atrancada, le respondieron desde adentro: ¡Ábrela, guapo! Á la mañana siguiente fué y se escondió, y oyó lo que la madre les dijo á las chivitas, que fué lo propio del día antes. Á la tarde se vino muy de quedito, y arremedando la voz de la cabra, se puso á decir: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí.

Sólo abriréis cuando yo os diga: ¡Abrid, hijitas, abrid! Que soy la madre que os parí. Las chivitas, que eran muy bien mandadas, lo hicieron todo como se lo había encargado su madre. Y cate Vd. ahí que llaman á la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice: ¡Abrid, que soy el Carlanco! Que montes y peñas arranco.

La interpelada estuvo muy dispuesta, y todas se pusieron á escucharla con gran atención; y nosotros con ellas. Era vez y vez una cabra, muy mujer de bien: que tenía tres chivitas que había criado muy bien, y metiditas en su casa. Si alguna vez me necesitas, ve á aquel paredón derrumbado, que allí está mi convento. Dicho lo cual, echó á volar cantando maitines.

Las chivitas, que creyeron que era su madre, fueron y abrieron la puerta; y vieron que era el mismísimo Carlanco en propia persona.

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