Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


»Yo creo que los hombres no la oyen, Pepita; pero las oigo yo. Y cada vez que por la mañana o por la noche ellas ríen o lloran, vienen a mi espíritu recuerdos de otros días, un poco más felices que estos en que me veo tan solo. »Adiós. Esa sorpresa de que me hablas, ¿qué es? Claro está que si me lo dijeras, ya no sería sorpresa. No me lo digas. Y ya te contaré yo la impresión que me produzca.

21 ¿Cómo te has tornado ramera, oh ciudad fiel? 23 Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman las dádivas, y van tras las recompensas; no oyen en juicio al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. 24 Por tanto, dice el Señor DIOS de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios;

5 y dijo al rey: Verdad es lo que había oído en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; 7 Bienaventurados tus varones, y bienaventurados estos tus siervos, que están siempre delante de ti, y oyen tu sabiduría.

El cielo está gris; poco a poco va apagándose la fosca claridad del día; pasan en formidable estrépito carromatos, coches, tranvías; se oyen voces, golpes violentos, rechinar de ruedas; un organillo lanza sus notas cristalinas. Y de pronto suenan lentas las campanas, en unas vibraciones largas y pausadas... »Es la voz de esta iglesia, que suplica a los hombres un poco de piedad.

Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la buhardilla. Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos. De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo. ¿Iríais de buena gana, eh?

Me oyen como si les hablase en griego. ¡Y pensar que les trato con toda finura, como en un colegio de la ciudad, para que aprendan ustedes buenas formas y sepan hablar como las personas!... En fin, tienen ustedes á quien parecerse: son tan brutos como sus señores padres, que ladran, les sobra dinero para ir á la taberna, é inventan mil excusas para no darme el sábado los dos cuartos que me pertenecen.

No, , lo pensé; lo pensé muchas veces; pero siempre la lejos, ¡muy lejos!... Y ahora venía de pronto, ¡insidiosa, inesperada... cruel... terrible!... El que se muere me decía yo es como un náufrago arrebatado por las olas: lucha por ganar la orilla, todos los que le aman quieren salvarle, y no pueden, y es imposible, todo esfuerzo es inútil... y el infeliz pide socorro... ¡y parece que no le oyen!... ¡Horrible! ¡Horrible!

La indignación contra el grosero interruptor creció a tal punto con estas humildes palabras, que se oyen gritos amenazadores y muchos agitan los puños frente al sitio de donde había partido la voz. Alvaro Peña, el orador griego, más indignado que nadie, sube por fin a la cazuela y a pescozones y coces arroja al desgraciado Mechacan del teatro entre los aplausos del público.

Es de necesidad, señor don Alejandro: como que vamos casi de proa al viento. Mucho más ha de inclinarse todavía. ¡Buen consuelo, hombre! Ya le va tomando el gusto al agua... ¿Oyen ustedes cómo la paladea? Y también veo respondió Bermúdez , que la destina a otros usos. ¡Mira, mira, Nieves, cómo se tumba el condenado, para fregotearse las costillas con ella! ¿Qué te parece de esto, hija?

5 Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y el evangelio es predicado a los pobres. 6 Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en . 8 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de delicados vestidos? 9 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Profeta? También os digo, y más que profeta.