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Actualizado: 15 de junio de 2025
Un frío mortal heló la sangre en sus venas... una mano de hierro le oprimió el corazón... Luego, acordándose de lo que acababa de ver... y de oír... porque ella le había hablado... sí, le había hablado por señas, abandonó su asiento de la orquesta y se lanzó a la calle, murmurando: Si esta vez también me engaño... si es una nueva alucinación... o me volveré loco... o me mato.
Ella, después de dejarse acariciar la mano, oprimió con sus dedos una de las de él, añadiendo con un tono de sinceridad, como si revelase sus pensamientos más íntimos: Siempre me interesó usted por su modestia: una modestia disimuladora de grandes condiciones, que usted mismo no sospecha. A mí me gustan los hombres buenos y sin orgullo.
Sin duda querían recoger y guardar en sí las preciosidades y esplendores del palacio... Cuando llegó a la última sala se oprimió el corazón, dilatado por furioso anhelo, y no con palabras, sino con la voz honda, tumultuosa de su delirante ambición, exclamó: «¡Todo es mío!». Capítulo XI Insomnio número cincuenta y tantos
A estas palabras, la sangre enrojeció el rostro del Príncipe, y sus ojos volvieron a brillar. ¿Qué contesta usted? Zakunine se oprimió la frente con las dos manos, como queriendo reprimir su cólera, y luego dijo: Es cierto... ¿Confesaba? ¿Se declaraba culpable? ¿Reconocía haberla asesinado?
Al verles hizo un vago gesto, como si hubiese querido retroceder. Pero Adriana se levantó, fue hacia ella, rápidamente, y le oprimió las manos tanto que Laura contuvo un grito. Entonces, con actitud de azoramiento y de lástima, besó una y otra vez aquellas manos, sin alzar los ojos. Daba las espaldas a Julio y seguía sintiendo sus palabras humildes penetrarle en el alma como una larga caricia.
¡Con todas mis fuerzas, con toda mi alma! repetí, y su rostro oprimió más fuertemente mi pecho. ¡Siempre, desde el primer instante en que te vi, allá en la catedral! Para mí no ha existido desde entonces más que una mujer en el mundo y jamás existirá otra. ¡Pero Dios me perdone el engaño de que te he hecho víctima!
Esta, en el momento de irse, le oprimió la mano fuertemente, como para pedirle, con esta seña furtiva, que fuese buena para Muñoz. Se sentaron juntos y él comenzó, penosamente, a repetirle los reproches de siempre, sin encontrar palabras oportunas ni decisivas. La sentía a su lado protegida como por un gran resplandor. Estoy muy mal esta noche, Muñoz, exclamó ella.
Cuando todos fueron saliendo, don Manuel Pardo se acercó a su hija, y la oprimió contra el pecho colosal, sellándole la frente con besos muy cariñosos.
Tal vez iría á pasar la tarde con sus amigos de Mónaco; tal vez hiciese un pequeño viaje por el camino de Niza hasta Cap d'Ail ó Beaulieu. Era la confusión del señor que no sabe mentir. El príncipe quedó solo. Miró un rato el mar; luego cambió de ventana, contemplando sus jardines. Oprimió el botón de un timbre para que acudiese don Marcos.
Sólo diré que apenas se introdujo allí el conocimiento de la ley cristiana, cuando en breve tiempo se hizo maravilloso fruto; y en tanto que hubo allí hombres de virtud, fué en aumento la piedad y religión; pero después que la codicia de los españoles oprimió con exceso á los pobres inocentes indios, se dieron á la desesperación para librarse de aquel cautiverio en que los tenían los españoles que los gobernaban, á que se oponían los Jesuitas con todo esfuerzo, por ser contra lo que repetidas veces tienen ordenado nuestros católicos monarcas.
Palabra del Dia
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