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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y siempre la misma pregunta indiscretísima retozó en mis labios, la misma curiosidad oprimió mi corazón. ¡Pero eso que estás diciendo es horrible! profirió Clara con ímpetu. ¡Horrible! repitieron a un tiempo Elena y Visita. Son curiosidades malsanas que nos acuden cuando no tenemos otra cosa más seria en que pensar. Pero Reynoso no se dejó engañar por la rectificación.

El Magistral, que ahora estaba rojo, y tenía los pómulos como brasas, se acercó a la Regenta, le oprimió las manos y dijo ronco, estrangulado por la pasión: ¡Ana, Ana!... Sin falta esta tarde.... Y ahora a la catedral... junto al altar de la Concepción... en frente del púlpito.... Hasta la tarde; pero vaya usted tranquilo... casi todo lo que tenía que decir... está dicho....

Le parecía inexplicable que todo el mundo pasara por aquel rincón del claustro sin advertir el gran dolor de Jesús. Un día, sin poder contenerse, llamó a una monja que era su maestra, se oprimió a ella y le señaló el Cristo. La monja se persignó devotamente. Fíjese, hermana, insistió ella con ansiedad, Jesús parece que grita. Hijita, ; es por nosotros que pecamos tanto.

Silas la oprimió contra su corazón, y profirió casi inconscientemente voces cariñosas para calmarla. Al mismo tiempo le ocurrió que una parte de su sopa, que se había enfriado junto al fuego moribundo, podría servir de alimento a la criatura, con tal que hiciera calentarla un poco. Tuvo mucho que hacer durante la hora siguiente.

El bufón se levantó, llegó al secreter de la derecha, oprimió un resorte y el secreter giró dejando descubierta una obscura entrada. Adiós, duque, adiós dijo el bufón desapareciendo por ella , y no te atrevas á desobedecerme. El secreter volvió á girar. El duque quedó aterrado. Parecíale, ó mejor dicho, quería que le pareciese aquello un sueño.

Y de sus labios, que parecían empequeñecerse para ocultar la palpitación de un beso, se desprendía una singular y poderosa seducción. Un vértigo atravesó el alma de Muñoz. La angustia le oprimió, una angustia extraordinaria, en que se confundían los celos agudos con el temor sombrío de perderla.

Esa iniquidad no puede gravar la conciencia de la Francia revolucionaria; ella pesa sobre la memoria del déspota que, nacido de la revolucion, le volvió la espalda y oprimió al mundo con el peso de su espada. Es verdad, me contestó Mr. B...., pero la historia es la historia, y el vulgo confunde frecuentemente la obra de los déspotas con la de los pueblos.

Interrumpiéndose, se paseó á largos pasos á través del cuarto y deteniéndose de pronto. Joven continuó, esto no está bien hecho; ha herido á un amigo y hecho sonrojar á un viejo. Estaba muy conmovido. Yo lo miré también con emoción no sabiendo qué responderle, cuando me atrajo bruscamente contra su pecho, y me oprimió hasta sofocarme, murmurándome al oído: ¡Pobre niño!

Imposible es referir los vaivenes, las convulsiones, los bramidos con que se manifestaba la pasión colectiva del inmenso pólipo difundido allí, comprimido con estrechez en aquel recinto. El monstruo oprimió con su más fuerte músculo la puerta de la casa.

Sin embargo, no bien estuvo el animal a la vista, su corazón se oprimió de nuevo, porque no era Relámpago. Y momentos después se dio cuenta de que el caballero no era Dunstan, sino Bryce, que detuvo su montura para conversar con él. La fisonomía de aquél no anunciaba nada de nuevo. ¿Qué trae, señor Godfrey, qué suerte la de su hermano, maese Duncey, verdad?

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