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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Imposible es referir los vaivenes, las convulsiones, los bramidos con que se manifestaba la pasión colectiva del inmenso pólipo difundido allí, comprimido con estrechez en aquel recinto. El monstruo oprimió con su más fuerte músculo la puerta de la casa.

No se puede, cual acontece con el pólipo, dividirla impunemente: en este caso el pólipo se dobla, mas ella muere. Gelatinosa como aquél, parece un embrión, pero el embrión salido demasiado aprisa del seno del mar común, extraído de la base sólida, de la asociación que constituyó la seguridad del pólipo, y lanzado á la ventura.

El pólipo no se resigna á quedarse pólipo: existe en vuestra república tal ó cual ser inquieto que afirma que la perfección de esa vida vegetativa no es vida, soñando otra mejor: irse y navegar solo, ver lo desconocido, el dilatado mundo, crearse, exponiéndose á naufragar, algo que va á despuntar en él y permanece obscuro entre vosotros: El alma. Hija de los mares.

¿Por qué ha emprendido la marcha? ¡Imprudente! ¿Cómo sin vela, remo ni timón, se aventuró á dejar el puerto? ¿Cuál es su punto de partida? En 1750 Ellis vió surgir una medusita sobre un pólipo, y en nuestros días, varios observadores han visto y por lo tanto la cuestión está juzgada, que es una forma de pólipo, salida de la asociación. La medusa, hablando llanamente, es un pólipo emancipado.

Mataba por pasión política a hombres que apenas conocía, por asegurar el triunfo de don José, eterno representante del distrito. La bestia feroz era, sin darse cuenta de ello, una garra del gran pólipo electoral que se agitaba allá lejos, en el Ministerio de la Gobernación.

Dicha gota ¿será el infusorio, la mónade primitiva que agitando y vibrando no tarda en convertirse en vibrador; el que, de escalón en escalón, pólipo, coral ó perla, llegará, tal vez, en el transcurso de diez mil años á la dignidad de insecto?

Era una confusa maraña de brazos nervudos y desnudos saliendo del agua para sostener al santo; un pólipo humano que parecía flotar en la roja corriente sosteniendo la imagen sobre sus lomos. Detrás iban el cura y los mandones a horcajadas sobre algunos entusiastas que para mayor lustre de la fiesta, se prestaban a hacer de caballerías, llevando ante las narices el cirio, de los jinetes.

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