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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Unos contestaban a las preguntas del presidente en alta voz, con un placer visible, y pasaban a la izquierda sin esperar la orden; otros parecían sorprendidos por la llamada del presidente, ponían cara estúpida, miraban en torno, sin comprender nada, como si hubieran olvidado su propio nombre o como si creyesen que había en la sala otras personas que tuvieran el mismo.

Para matarse había tenido que olvidarlas. ¡Y las había olvidado! ¡Su fe en Dios no era tan firme como parecía, puesto que la había dejado darse la muerte! ¡Se había matado pensando en una extraña, sin dejarle a él una palabra de despedida, arrojándolo en cambio al escepticismo de que había querido sacarlo!

Se acordaba del sol de invierno de la tarde anterior. ¡Paco ya lo había olvidado! no pensaba más que en aquella hermosura fresca, oliendo a yerba y romero que le venía de la aldea a alegrarle los sentidos.

Y de pronto se le iluminó la cara con un fugaz resplandor de alegría, mientras aun su corazoncito soliloquió: ¡Ah, pero tengo un hermano!... Tengo a Salvador; lo había casi olvidado.... Di, Salvador, ¿eres hermano mío?... Yo quiero que lo seas..., yo quiero irme contigo, Salvador.... Y se quedó escuchando, como si su amigo fuese a responder, como si fuese a llegar en aquel momento.

El viaje le podía costar caro si duraba mucho tiempo. Lo difícil no era encontrar un colega que se encargase de la duquesa y de los demás enfermos; pero París es una ciudad donde los ausentes no hacen carrera y aquel que no se exhibe todos los días es pronto olvidado.

Sin duda, si lo hubiera conocido antes, cuando el mal no había echado aún raíces tan profundas en él, le habría curado; pero el encuentro había ocurrido tarde, y si el Príncipe había olvidado durante un corto tiempo sus inveterados hábitos de vida y pensamiento, muy pronto había vuelto a ellos.

Pues yo quisiera haberlo sabido antes de... antes de haberme olvidado por vos de lo que soy dijo la condesa de Lemos. He dicho que ya sabía yo que no habíais de estaros callada mucho tiempo, doña Catalina. ¿Y es posible que yo guarde silencio cuando tengo tanto que echaros en cara?

Nubes de sangre flotaban ante mis ojos y me ocultaban el cielo; lágrimas tibias y pesadas, como las primeras gotas de una lluvia tempestuosa, caían de mis ojos, y la tierra huía bajo mis pies. Entonces hubiera querido partir y lo hubiese olvidado todo: mi papel, mis lápices y mi ossian.

Mañana a estas horas, con las nuevas impresiones de tierra, tal vez nos habremos olvidado de él. Acostumbrados los dos a la existencia de a bordo, experimentaron cierta tristeza al pensar que no verían más estos lugares, en los que habían transcurrido quince días de su vida, equivalentes a quince meses por sus largos tedios y sus rápidos sucesos.

Llevaba exterminadas muchas fieras, especialmente tigres, y á él nunca le ocurría un contratiempo que fuese irremediable. Le herían frecuentemente, le sometían á tormentos atroces; pero sanaba, al fin, con una rapidez portentosa. Y en casi todas las representaciones, ¡su mirada, aquella mirada de héroe niño, que hacía sentir á Mina el pinchazo de un alfiler olvidado!...

Palabra del Dia

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