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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Le traían del extranjero docenas de docenas de camisas, que muchas veces amarilleaban olvidadas, sin estrenar, en el fondo de los armarios. Los libreros de París enviábanle enormes paquetes de volúmenes recién publicados, y en vista de sus continuas demandas, escribían en la dirección una línea que don Horacio mostraba con burlona complacencia: «Mercader de libros

La noche anterior temió que no le quedase dinero para poder comer al día siguiente. Pero Valeria había pasado la mañana haciendo preciosos descubrimientos en los armarios: billetes de Banco perdidos entre las ropas, placas del Casino olvidadas en los libros, hasta un papel de mil francos envolviendo una vieja pastilla de jabón. Cesó repentinamente de enumerar estos hallazgos. ¡Mira!... ¡mira!

Entonces se inclinó hacia el suelo, cogió de un rincón un manojo de cuerdas olvidadas, y esgrimiéndolo a manera de látigo, castigó con justicia y sin piedad. Nadie le veía, nadie sentía dolor, y sin embargo las cuerdas acardenalaban las carnes, rompían las galas y mostraban desnudos los cuerpos pecadores.

¿Ha conservado usted al menos la clientela del Sol de Oro? ¡Ah! no... Hace ya mucho tiempo que el Sol de Oro no luce para ... Se han hecho demasiado orgullosos... Además, es necesario saber que mi rostro disgustaba a la señora Miguelina: recordábale cosas que ella desea tener olvidadas.

Al ver al doctor, salían las mujeres á las puertas de sus tugurios, sonriendo como en presencia de un acontecimiento inesperado, sintiendo de pronto el miedo á enfermedades que tenían olvidadas. ¡Chicas, es don Luis! se gritaban unas á otras. ¡Señor doctor, aquí! ¡Míreme usted este chico!... ¡Entre á ver á mi madre!

En el Pampango, faltan las letras y, w, h. Esta última no existe en esta lengua que, como la Malaya, carece de letras aspiradas; pero y, w, han sido olvidadas, porqué sus sonidos correspondientes existen en Pampango, segun me han afirmado personas que conocen esta lengua.

El no odiaba á nadie. Hasta tenía olvidadas sus incompatibilidades con Castro, que le habían hecho abandonar las abundancias de Villa-Sirena. Ese pobre teniente es menos feliz que usted, príncipe; el tal duelo ha tenido malas consecuencias para él.

Sentado junto a la ventana, con el busto echado atrás y la espalda apoyada en la mesa, comenzó a leer. Una explosión de furia cómica, de insultos cariñosos, de indignaciones por cosas olvidadas, llenaba las primeras páginas. Pablo Valls desbordaba su graciosa incoherencia, como un charlatán condenado largo tiempo al silencio y que sufre el suplicio de una verbosidad comprimida.

Deseaba batirse por la libertad de todos los pueblos oprimidos, por la resurrección de todas las nacionalidades olvidadas: polacos, checos, rutenos, yugo-eslavos... Y sencillamente, como si dijese algo indiscutible, incluyó á Cataluña entre los pueblos que lloraban lágrimas de sangre bajo los latigazos de la tiranía. Aquí saltó indignado su compañero el andaluz.

Es lo cierto que hay una gran escasez de documentos oficiales relativos á la época anterior á la Revolución, circunstancia que muchas veces he lamentado, pues esos papeles podrían haber contenido numerosas referencias á personas ya olvidadas, ó de que aún se conserva recuerdo, así como á antiguas costumbres que me habrían proporcionado el mismo placer que experimentaba cuando encontraba flechas de indios en los campos cerca de la Antigua Mansión.

Palabra del Dia

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