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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Aquella noche pasó por acaso don Pascual cerca de Juanita, y esta se dirigió a él diciéndole: Buenas noches, maestro. ¿Qué le hemos hecho a usted, que tan caro se vende y que nos tiene tan olvidadas?
Su convalecencia restableció prontamente a todos los que estuvieron asociados a sus dolores. A su alrededor ya no hubo señales de preocupación, y la alegría hizo palpitar a todos los corazones al unísono. Quedaron olvidadas todas las fatigas y todas las angustias; la dicha reinó en el hogar; el primer día bueno borró de todos los rostros la huella de las vigilias y de las lágrimas.
A su alrededor, olvidadas por los vientos que no las agitan jamás resignadas bajo los cielos, reposan las aguas melancólicas.
Magdalena al romper el sobre cambió de color. El señor De Nièvres está bueno. No volverá hasta el mes próximo dijo. Luego se quejó de mucho cansancio y se retiró. No fue aquella noche como las precedentes. La pasé levantado y sin sueño. La carta del señor De Nièvres, aunque insignificante, intervenía entre nosotros como una reivindicación de mil cosas olvidadas.
La luz y los ruidos llegan por sacudidas, y las esquilas de los rebaños, oídas repentinamente y olvidadas después, perdiéndose entre el viento, suenan de nuevo bajo la puerta desencajada, con el hechizo de un estribillo de canción... La hora exquisita es el crepúsculo, un poco antes del regreso de los cazadores. Entonces el viento está tranquilo. Salgo un instante.
Pero los Febrer eran los suyos; el nombre y los bienes ya perdidos a ellos los debía. ¡Y él, último vástago de una familia orgullosa de su historia, iba a casarse con Catalina Valls, descendiente del ajusticiado!... Las consejas oídas en la niñez, los simples relatos con que le entretenía madó Antonia, surgían ahora en su recuerdo como ideas olvidadas, pero que habían abierto hondo surco.
Santo nido hecho de flores y fragancias maternales de caricias, de ternuras y sedientas calenturas Por el bien de los mortales! ¡Corazón que guarda dentro el calor de las canciones que palpitan en los tristes corazones, que es altar, estuche, y centro de noblezas olvidadas y de hidalgas compasiones! ¡Ruiseñor enamorado de los cánticos del arte! ¡Corazón!
En la hora sedante del crepúsculo toma un aspecto severo y arcaico de yerma ciudad castellana, que evoca el heroico redoblar del Romancero o la sandalia de Teresa de Ávila, la celeste doctora, y vaga en su gran paz un perfume antiguo de penas olvidadas y de encantos añejos.
Algunos habían llegado á Mónaco como incurables, después de un largo cautiverio en Alemania; los demás venían de los hospitales de la línea de fuego; y todos mostraban una desorientación gozosa al verse en este rincón paradisíaco, donde las gentes parecían olvidadas del resto de la tierra y los ojos femeninos les seguían con una expresión enigmática, entre amorosa y maternal.
Abrió el piano, el pobre piano del capitán escocés, y unos acordes tenues y lloriqueantes, producto de una desafinación de varios años, conmovieron el salón con la melancolía de los recuerdos que resucitan. Era una música igual á la de las cajas melódicas que se encuentran olvidadas en el fondo de un armario, entre las ropas de una vieja difunta. Freya declaró que esta música olía á rosas secas.
Palabra del Dia
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