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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Algunas, no pudiendo resistir la tentación, le tomaban las manos y se las cubrían de besos. Laura, muy conmovida, consiguió á fuerza de trabajos desprenderse de aquel grupo y seguir adelante. Marchaba apoyándose en el brazo de Pedro aspirando con delicia todos los olores y todos los ruidos de la romería, parándose á cada instante y fijando su atención en cuanto la rodeaba.
Las mujeres buenas huelen á pescado y á estropajo: estaba seguro de ello... En su lejana juventud, los conocimientos del pobre Caragòl no habían ido más allá. Al quedar solo, agarró un trapo, agitándolo violentamente como si sacudiese moscas. Quería limpiar el ambiente de malos olores. Sentíase escandalizado, como si hubiesen dejado caer una pastilla de jabón en uno de sus arroces.
Anduvo por mil y mil calles de Persepolis; vió otros templos mas bien adornados, adonde concurria gente mas culta, y donde se oía una harmónica música; reparó en fuentes públicas, que aunque defectuosas hacian maravilloso efecto; vió frescas y amenas calles de árboles, jardines donde se respiraban los mas exquisitos olores, y se vían reunidas plantas de los mas remotos pueblos.
Hecha la empanada, fue la misma niña a meterla en el horno, y siguiendo una piadosa costumbre tradicional de aquella tierra, se santiguó y rezó un padrenuestro, para obtener resultado feliz. ¿Sabes una cosa, Martita? ¿Qué te pasa? Que con estos olores de cocina y el trajín de la dichosa empanada, se me ha despertado un apetito más que regular. Pues mira, eso comiendo se quita. Ven conmigo.
Ya no habrá quien vos riegue la vega, ni quien enseñoree el arado, ni quien sepa sembrar y recoger, ni quien os adobe olores finos. El torno, ¿quién sabrá manejallo? ¡Oh!, los de Islam, estáis con las manos agrillonadas; pero la sufrencia es buena ventura. ¡Sabed que el paraíso es prometido a los sufrientes y serán honrados en gradas altas y aventajadas!
Ciertamente, el convento provisional de las Salesas no era buena vivienda, estaba situado en un barrio bajo, en lo más hondo de una vertiente del terreno, sin sol; allí desahogaban las mal construidas alcantarillas de gran parte de la Encimada, y, en efecto, en algunas celdas la humedad traspasaba las paredes, y había grietas; no cabía negar que a veces los olores eran insufribles; tales miasmas no podían ser saludables.
De la famosa Nava de Cabra dice el moro Rasis estas palabras en su historia: «Tiene Cabra en su término un monte que llaman Selva, y es tan alto que contiende con las nubes. En aquel monte hay muchas flores y de muy buenos olores, y además yerbas de todas virtudes.»
El calor era grande, a pesar de hallarse entreabiertos los balcones. La atmósfera, sofocante y cargada de un desagradable olor, mezcla del perfume de pomadas y esencias con los efluvios de los cuerpos que ya transpiraban. En esta mixtura de olores predominaba el aroma acre de los polvos de arroz. Doña Gertrudis, según costumbre cotidiana, se había dormido profundamente en la butaca.
Los únicos momentos felices del desdichado eran los que pasaba en oración en el ángulo de alguna iglesia solitaria: oculto detrás de un pilar, aspirando los acres olores de la cera y la humedad, escuchando el chisporroteo de los cirios y el leve rumor de las plegarias de los pocos fieles distribuidos por las naves del templo, su alma inocente dejaba este mundo, que tan cruelmente le trataba, y volaba a comunicarse con Dios y su Madre Santísima.
¿Por qué te perfumas? protestaba ella, como si percibiese los más repugnantes hedores . Es una cosa indigna de ti... Yo quiero que huelas a toro, que huelas a caballo... ¡Qué olores tan ricos! ¿No te gustan?... ¡Di que sí, Juanín, bestia de Dios, animal mío! Gallardo, una noche, en la dulce penumbra del dormitorio de doña Sol, sintió cierto miedo oyéndola hablar y viendo sus ojos.
Palabra del Dia
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