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Actualizado: 9 de junio de 2025


Desde ahora ofrezco un cirio de dos libras á mi santo patrón. ¡Si supieras lo que es pudrirse aquí la sangre, entre cuatro paredes, para un soldado como yo! Vengan en buenhora aquellos tiempos en que teníamos franceses que matar y saetazos que dar y recibir, sin hablar de lo que siempre se gana y se divide con los amigos. Qué me place verte tan bien dispuesto, repuso Simón.

Póngalos usté de pies a cabeza como un sol de mayo en cuanto se tiran de la cama todos los días, para verlos como usté los ve a la media hora... y si no hay escuela como hoy, por ser jueves, cosa es de no poder mirarlos ni aguantarlos. ¡Señor y Padre celeste, qué criaturas!... Pero estén ellas en buena salud, que es lo que importa, y lo demás ya se irá arreglando con el tiempo. ¿No es verdad?... Vaya, ahora venga acá y arrímese a la mesa... y perdone la miseriuca por la buena voluntad conque se la ofrezco a falta de cosa mejor

Le ofrezco dos mil francos mensuales, y hacemos un contrato por cinco años. Trátase de un oficio fácil, honrado y horro de fatiga. Siete horas de presencia por día y mucha consideración.

Y así, para mostraros lo que os quiero, Desde luego os ofrezco mis verduras, Y aun las alhajas que adquirir espero. Ya renuncio á vivir á mis anchuras, Que estimo asaz vuestro recogimiento Por quien juzgo felices las clausuras; Las clausuras de vuestro encerramiento, ¡Oh mis comilitonas! siempre activo Y digno de cualquiera valimiento.

Ofrezco humildemente á vuestras aras; Que si es de todos el mejor tributo Un puro corazón humilde y tierno, Y el más precioso de las prendas caras, No las aromas raras Entre olores fenicios, Y licores sabeos Os rinden mis deseos Por menos olorosos sacrificios, Sino mi corazón, que Carlos era; Amábaos yo, Señor, luego que abristes Mis ojos á la luz de conoceros, Y regalóme el resplandor suave.

En suma: yo le ofrezco a usted, como tal representante, cincuenta pesos al mes, y a ella una escritura con mi firma en blanco para que fije el sueldo que quiera. ¡Verá usted qué temporada! Estaban comiendo solomillo con trufas, que a don Quintín le parecieron patatas de luto; don Juan seguía hablando entre bocado y sorbo.

Natural es que yo busque una compañera adecuada a mis condiciones... Y en este caso, ¿me quiere usted decir, señor casamentero, con qué cara ni con qué conciencia ofrezco yo a ninguna mujer, entre todas las que conozco, este presidio por recompensa de la dicha que yo voy buscando en el intento de casarme con ella?

- digno -respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos; y prosiguió-: No se dirá por , señor mío: el pan comido y la compañía deshecha; , que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo deciendo, y más, que tengo conocido y calado por muchas buenas obras, y por más buenas palabras, el deseo que vuestra merced tiene de hacerme merced; y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer; la cual, cuando toma la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta a que se haga lo que quiere; pero, en efeto, el hombre ha de ser hombre, y la mujer, mujer; y, pues yo soy hombre dondequiera, que no lo puedo negar, también lo quiero ser en mi casa, pese a quien pesare; y así, no hay más que hacer, sino que vuestra merced ordene su testamento con su codicilo, en modo que no se pueda revolcar, y pongámonos luego en camino, porque no padezca el alma del señor Sansón, que dice que su conciencia le lita que persuada a vuestra merced a salir vez tercera por ese mundo; y yo de nuevo me ofrezco a servir a vuestra merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido a caballeros andantes en los pasados y presentes tiempos.

-Por cierto, señor gobernador -dijo el maestresala-, que vuesa merced tiene mucha razón en cuanto ha dicho, y que yo ofrezco en nombre de todos los insulanos desta ínsula que han de servir a vuestra merced con toda puntualidad, amor y benevolencia, porque el suave modo de gobernar que en estos principios vuesa merced ha dado no les da lugar de hacer ni de pensar cosa que en deservicio de vuesa merced redunde.

A fin de vivir contentos en esta forzosa Arcadia, recordemos vuestras pasadas glorias, no superadas aún por los pueblos más pujantes y engreídos que hay ahora en el mundo, y compongamos, con dichos recuerdos y con el buen humor que no debe abandonarnos, historias como la que yo te ofrezco, la cual, si no es amena, es por su benigna y candorosa intención, digna de todo aplauso.

Palabra del Dia

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