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Actualizado: 5 de septiembre de 2025


Pero Watson era ahora otro hombre y no acogió con risas su fingido enfado. Muy al contrario, pareció ofenderse por el tono de broma con que hablaba ella, y repuso secamente. Puedo ir con quien quiera, señorita. Sólo hay entre nosotros una buena amistad, á pesar de lo que algunos suponen equivocadamente.

El gobierno, en mi inexperta opinion, no es un ser omnisciente que puede ver y prever todo y aun cuando lo fuese, no podría ofenderse, porque ahí tiene usted á la misma iglesia que no hace más que pedir y pedir al Dios que todo lo ve y conoce, y usted mismo pide y exige muchas cosas en los tribunales de ese mismo gobierno, y ni Dios ni los tribunales hasta ahora se dieron por ofendidos.

Lo que es por ... cuando Lombrijón quiera el pasaporte para la <i>secula culorum</i>, se lo daré. Pelillos a la mar dijo Poenco ; y pos que los dos han de morir, mueran amigos. No hay por qué ofenderse, comparito. ¿Usté se ha ofendío? preguntó Lombrijón a su antagonista. ¡Cachirulo! Yo no, ¿y usté? Tampoco. Pues vengan esos cinco mandamientos. Allá van, y vivan las Cortes y viva miloro.

A la larga se fatigan de oír, aunque la conversación les interese. Parecen ofenderse de haber permanecido mucho rato en silencio, y se vengan llamando «macaneador» al mismo cuya palabra han solicitado. Lo que no se entiende, lo que no gusta, ya se sabe que es «macana». Isidro empezó a apartarse de su amigo. Le dejo, Fernando; me reclama mi público. En los primeros días tenía más éxito.

Y mientras pasaba la lengua por la goma del sobre, moviendo la cabeza a derecha e izquierda, encogió los hombros y dijo a media voz: No tiene por qué ofenderse. Se acostó en el lecho blanco y alegre que estaba junto al de Quintanar. El viejo madrugaba más que Ana, y salía a la huerta a esperarla.

Allí le encontraron ellas, y se pusieron a darle bromas, a decirle cosas... amos... cosas que se dicen y que no eran para ofenderse. Total: que el pobre vejete mal pintado se hubo de incomodar, y al correr tras ellas con el palo levantado para pegarles, pataplum, cayó redondo al suelo.

Formáronse dos grupos a respetable distancia el uno del otro. Y donde todo era antes alegría y expansión reinó súbito silencio lúgubre y amenazador. Los de un grupo trataban confidencialmente de convencer a Grass de que no era sensato ofenderse por las palabras de un badulaque como Timoteo.

¡Mi majestad! dijo el duque fingiendo el más profundo asombro ; ¡cómo, señora! ¿habéis creído que yo soy el rey? ¡Ah, señor, señor! exclamó doña Ana cubriendo de trémulos besos las manos del duque; vuestra majestad me ha dado su real palabra de no ofenderse.

Que no estorbaba a Nieves en ninguna parte; que Nieves le había entendido la metáfora del aire y del sol y del humilde puesto para tomarlos, y que lejos de ofenderse con el símil, hasta le había reprendido a él porque no colocaba su banqueta en primera fila, bien sabido se lo tenía, y bien justipreciado en las entretelas de su corazón; pero que el sol descendiera de su trono para... ¡Dios clemente! ¡Cómo no había de execrarle el señor don Alejandro Bermúdez?

¡Qué diferencia con las emociones experimentadas cuando comenzó su relación con Muñoz! Recordó un día en que éste le besó la mano con beso tembloroso, ardiente, de hombre enamorado que quiere imponerse por la audacia, y sólo despertó en ella un sentimiento hostil y ofendido... ¿Llegaría jamás a ofenderse, en cambio, cuando Julio le besara la mano con su modo distraídamente humilde?

Palabra del Dia

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