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Actualizado: 2 de junio de 2025
Las mozas formaban elegantes parejas con Vejarruco y Lombrijón; los guitarristas se divertían por su cuenta en otro extremo de la taberna, roncaba como una bestia enferma el gran Poenco y la ocasión era propicia para mí. Tomé las dos llaves que el durmiente D. Diego llevaba en su bolsillo, y corrí como un insensato fuera de la taberna.
Y al son de esta música los clérigos y los abogados de las Cortes se ocupan en demoler a España para levantar otra nueva. Están borrachos. Me parece que los borrachos son otros, milord. Quieren que haya igualdad. Muy bien. Lombrijón y Vejarruco serán ministros. Si viene la igualdad y se acaba la religión, ¿quién le impedirá a usted casarse con una española? dije regresando junto a la mesa.
Allí donde veo un orgulloso, le humillo; allí donde veo un ladrón, le mato; allí donde veo un intruso, le arrojo fuera. Amigo me dijo el inglés me parece que a usted se le van los humos de la manzanilla a la cabeza. Yo le digo como Lombrijón a Vejarruco: «Camaraíta, ¿eso que ha dicho es conmigo?». Con usted. ¿No somos amigos?
No se batirán me dijo lord Gray . Todos los días hacen lo mismo y después no hay nada. No he traído el escarbador de dientes dijo Lombrijón, encontrándose sin armas. Pues ni yo tampoco añadió Vejarruco. Camaraíya, por eso no ha de quedar. Usté está amarillo. Señores, cuando eché mano al cinturón me relucieron las uñas, y pensó que era jierro. ¡Zorongo!
Si en mi poder estuviera, mañana sería diputado. Algún día me votaréis, amigos Vejarruco y Lombrijón dijo mi amigo sintiendo ya en su cabeza con los vapores del generoso licor el humo de la vana ambición. ¡Viva el puebro soberano! gritó Vejarruco.
Todo lo que beba miloro y la compaña lo pago yo, que aquí está un caballero pa otro caballero. El tío Lombrijón era un viejo robusto y poderoso, de voz bronca y gestos gallardos y caballerescos. Era traficante en vinos y gozaba opinión de hombre rico, así como de gran galanteador y mujeriego, a pesar de la madurez de sus años.
Muchachos, ¡viva miloro y las cortes de la Isla! gritó el tío Lombrijón levantándose de su asiento y saludándonos, sombrero en mano, con aquel garbo majestuoso que es tan propio de gente andaluza . Y en celebración del santo del día, que es la santísima libertad de la imprenta, señó Poenco, suelte usted la espita y que corra un mar de manzanilla.
Basta ya, que se me van regolviendo los sentidos garrofales dijo Lombrijón . Señores, empiecen a cantar el <i>requieternam</i> por ese probesito Vejarruco. Alentaíto está el viejo. Pues allá va la lezna. Lombrijón se llevó la mano al cinturón en ademán de sacar la navaja, y todos los presentes, principalmente las mujeres, empezaron a gritar. Señores, no temblar indicó Vejarruco.
Lo que es por mí... cuando Lombrijón quiera el pasaporte para la <i>secula culorum</i>, se lo daré. Pelillos a la mar dijo Poenco ; y pos que los dos han de morir, mueran amigos. No hay por qué ofenderse, comparito. ¿Usté se ha ofendío? preguntó Lombrijón a su antagonista. ¡Cachirulo! Yo no, ¿y usté? Tampoco. Pues vengan esos cinco mandamientos. Allá van, y vivan las Cortes y viva miloro.
¿Vienes de las Cortes, Vejarruco? preguntó D. Diego a uno de ellos. Sí... y qué borrasca han armado allí con el papé de Lardizábal. Toos, toos son unos pillos exclamó Lombrijón . ¡Qué gomitaeras tenía aquel diputao alto, berrendo, querencioso, y qué cosas les dijo cuando le dio aquel súpito, engrimpolándose too!... ¿Qué entiendes tú de eso, Lombrijón?... Si lo que dijo fue que el puebro...
Palabra del Dia
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