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Actualizado: 12 de junio de 2025


Que no estorbaba a Nieves en ninguna parte; que Nieves le había entendido la metáfora del aire y del sol y del humilde puesto para tomarlos, y que lejos de ofenderse con el símil, hasta le había reprendido a él porque no colocaba su banqueta en primera fila, bien sabido se lo tenía, y bien justipreciado en las entretelas de su corazón; pero que el sol descendiera de su trono para... ¡Dios clemente! ¡Cómo no había de execrarle el señor don Alejandro Bermúdez?

D. Francisco de mis entretelas declaró el tísico arropándose bien otra vez con aquellos andrajos, es usted la persona más cristiana, más completa y más humanitaria que hay bajo el sol. Isidora, trae el tintero, la pluma y el papel sellado que compraste ayer, que voy á hacer un pagaré

Y aclaróseme tanto en materia de ser pobre, que me confesó, a media legua que anduvimos, que si no le hacía merced de dejarle subir en el borrico un rato no le era posible pasar adelante, por ir cansado de caminar con las bragas en los puños; y movido a compasión, me apeé, y como él no podía soltar las calzas, húbele yo de subir. Y espantóme lo que descubrí en el tocamiento, porque por la parte de atrás, que cubría la capa, traía las cuchilladas con entretelas de nalga pura.

Lee esta carta que me dejó escrita Teletusa antes de partir. Morsamor tomó la carta y leyó lo que sigue: «Mi adorado Tiburcio: La fatalidad lo quiere y lo dispone y es menester someterse a ella. En las entretelas de mi corazón llevo yo pintada tu imagen con preciosos y vivos colores que nunca han de desteñirse.

¡Don Quintín de mis entretelas! ¡Tanto bueno por mi casa! ¿Qué le trae a usted por aquí? Lo primero, el gusto de verla, que no es grano de anís; y luego... ¡Me lo he maliciado; preguntarme por la María! No crea usted que sólo por eso. Pues qué, ¿no es nada contemplar ese cuerpo tan hermoso? Déjese usted de requiebros. ¡Bonita me encuentra usted! Ni tiempo he tenido de ponerme el corsé.

No tengo herederos forzosos, y no deja de haber en casa algo que echar a perder de mi propia pertenencia; algo que irá a parar Dios sabe adónde, si en mis últimas y postreras no topo al alcance de la vista con un ser que me haga un poco de cosquilleo en las entretelas del corazón. »Por supuesto, que no trato de encender tu codicia con estas indirectas. ¡A buena parte iría!

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