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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Entró, y mientras yo me aviaba, le referí minuciosamente lo del sueño, después de haberle enseñado desde el cuarterón al solariego en la pradera. Le interesó el relato de mi pesadilla; pero no le sorprendió lo más mínimo ver al caballero segando y tan de mañana, porque le tenía bien conocido y sabía que madrugaba más que el sol.

Pero entonces eran los días más largos y las noches más cortas; alumbraba el sol a la tierra y calentaba la sangre de los viejos, y, sobre todo, volvía de su viaje muy temprano; madrugaba mucho para espantar las ideas tristes de las cabezas en que apenas entra la caridad del sueño por la noche.

Así, pues, nadie extrañará, que Antoñita, ya que ella madrugaba más que la pobre Magdalena, contestase cotidianamente desde la ventana por donde pocos meses antes había presenciado la partida del joven y de su tío, al amable saludo de Amaury, saludo siempre acompañado de una seña o de una sonrisa.

La Regenta, si caía iba a ser exageradísima». Y se preparaba Mesía. Leyó libros de higiene, hizo gimnasia de salón, paseó mucho a caballo. Y se negó a acompañar a Paco Vegallana en sus aventurillas fáciles y pagaderas a la vista. «El diablo harto de carne...» le decía Paco. Y don Álvaro sonreía y se acostaba temprano. Madrugaba.

Las que eran de la villa, conocieron á la esposa y la hija de Sánchez Morueta, sentadas tras el chauffeur de ancha gorra y aspecto extranjero; las dos vestidas de negro, con mantillas que casi las cubrían los ojos. Las criadas se abordaban haciendo comentarios. Aquella gente rica aun madrugaba más que ellas. Irían á la iglesia de la Residencia á confesarse con los padres jesuítas.

Ya hemos dicho que doña Luz madrugaba. También madrugaba la hija del médico. A las siete de la mañana vino a ver a su amiga, y penetró en su saloncito, donde tenía entrada libre.

Y mientras pasaba la lengua por la goma del sobre, moviendo la cabeza a derecha e izquierda, encogió los hombros y dijo a media voz: No tiene por qué ofenderse. Se acostó en el lecho blanco y alegre que estaba junto al de Quintanar. El viejo madrugaba más que Ana, y salía a la huerta a esperarla.

Guimarán madrugaba para correr a casa de Barinaga; estaba allí casi siempre hasta la hora de cenar, y esta necesidad material la despachaba en un decir Jesús, dando prisa a la criada, a su mujer, a las niñas. Ea, ea... menos cháchara, la sopa... que me esperan....

Paseo arriba, paseo abajo, empezó a monologuear como todo el que espera: «Esto es levantarse con el sol; estoy convertido en pájaro; no me falta más que trinar..., todo se andará. ¡Cuánto tiempo hacía que no madrugaba!; desde que troné con la devota. ¡Buen catarro me hizo pescar en las Jerónimas! ¡Y qué habilidad tenía para entrar y salir en una iglesia sin que la conociesen!

Venía a ver qué era de ; si se me oía revolverme en la cama, para entrar, en este caso, a abrirme los balcones, si lo deseaba, y si no, para tener el gusto de darme los buenos días. Le agradecí mucho su cuidado, y después de abrazarle le pregunté cómo había pasado la noche y por qué madrugaba tanto. Como siempre, hijo del alma contestóme entre toses y jadeos . Y no me las Dios peores.

Palabra del Dia

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