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Actualizado: 5 de junio de 2025


Sabìa bien la vida que habia hecho El vaso de eleccion, y deseoso De ver á Jesu-Cristo satisfecho, Que muriendo tenia gran reposo: Pedia con instancia ser desecho, Y disuelto del cuerpo trabajoso, Creyendo gozaria en guadio eterno A Cristo, sumo bien, con fin superno.

Vive aún mi padre, muriendo con el deseo de saber de su hijo mayor, y pide a Dios con continuas oraciones no cierre la muerte sus ojos hasta que él vea con vida a los de su hijo; del cual me maravillo, siendo tan discreto, cómo en tantos trabajos y afliciones, o prósperos sucesos, se haya descuidado de dar noticia de a su padre; que si él lo supiera, o alguno de nosotros, no tuviera necesidad de aguardar al milagro de la caña para alcanzar su rescate.

El Fingal había sido propiedad de un capitán escocés, que, á pesar de sus largas dolencias, no quiso abandonar nunca el mando, muriendo á bordo de su buque. Los herederos, hombres de tierra adentro, cansados de una larga espera, ansiaban deshacerse de él á cualquier precio.

Lo único que me han contado es que mi mujer a muerto; que en procuras de un muchacho se jue la infeliz al pueblo, donde infinitas miserias habrá sufrido, por cierto; que, por fin, a un hospital jué a parar medio muriendo, y en ese abismo de males falleció al muy poco tiempo. Les juro que de esa pérdida jamás he de hallar consuelo, muchas lágrimas me cuesta dende que supe el suceso.

Usted trabaja demasiado... Esos dichosos libros, que quisiera ver quemados... Aquí D.ª Josefa enjaretó una larga catilinaria, declarándose en principio sectaria devota del califa Omar. El P. Gil la atajó antes de terminar. ¿Qué venía usted a decirme, D.ª Josefa? ¡Ah, se me olvidaba! Su madrina manda recado de que el hermano se está muriendo: que vaya usted en seguida y que lleve los santos óleos.

Yo también estaba triste. Pero el corazón me está diciendo hace tiempo: « volverás, volverás...». Y si una no volviera, ¿para qué es vivir? Vivir para que llegue un día así; lo demás es estarse muriendo siempre. Es tarde, y no quiero que te comprometas. Precaución, chica. No hagamos tonterías. Volviendo a acordarse de Feijoo, repitió ella: «Lo principal es no hacer tonterías».

Dentro de la sala crujía el lino al ser desgarrado por los dedos de las hilanderas y sonaban las agujas de la calceta al chocar ligeramente unas con otras. La luz del velón iba muriendo poco á poco por falta de aceite: los tertulios quedaban envueltos en una media sombra hasta que doña Rosa alzaba la cabeza con impaciencia, y decía: «¡Jesús, que no veo!

Yo hubiera despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. ¿Qué digo... le hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perdón y hubiera sido dichosa muriendo en sus brazos. ¡Cuánto me ama! Este amor que vale. En este amor que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. ¿Por qué le he descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada por una vanidad mezquina?

Una influencia sobrenatural se apoderó de , arrebatándome fuera de la realidad y del raciocinio; y en mi espíritu se fueron formando dos visiones: de un lado un Mandarín decrépito, muriendo sin dolor, lejos, en un kiosco chino, al «tilín-tín» de mi campanilla; ¡y de otro toda una montaña de oro brillando a mis pies!

, señora, de Guimarán, de don Pompeyo, que se está muriendo y quiere que le vaya a confesar el señorito. Hijo y Madre dieron un salto; doña Paula quedó en pie, don Fermín sentado en su lecho. Se hizo entrar a la criada de Guimarán y repetir el recado. La criada lloraba y describía entre suspiros la tristeza de la familia y el consuelo que era ver al señor pedir los Santos Sacramentos.

Palabra del Dia

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