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Actualizado: 5 de octubre de 2025


Mira, yo que lo deseas. estás muriendo por decir que . de fijo que no eres dichosa, ni estás bien casada, y que te desmejoras, y sufres.... No pienses que no lo . Sólo yo te quiero, y te ofrezco....

Si el señor capitan, que se está muriendo de hambre lo mismo que yo, dixo Cacambo, no es Español, que es Aleman; con que me parece que podemos almorzar miéntras llega Su Reverendísima. Fuése incontinenti el sargento á dar cuenta al comandante. Bendito sea Dios, dixo este señor: una vez que es Aleman, bien podemos hablar; llévenle á mi enramada.

Viva en la corte ufano el soberbio político muriendo, y en solio soberano vivan con él los que le están vendiendo; que yo sin esta muerte contento vivo con mi humílde suerte. Beba en taza dorada el príncipe mayor: tenga su mesa de siervos rodeada; que yo á quien de esta vanidad no pesa, bebo en taza de hielo el líquido cristal de un arroyuelo.

Su protector había muerto, Salvatierra andaba por el mundo y su compadre Paco el de Algar le abandonaba para siempre, muriendo de un enfriamiento allá en un cortijo del riñón de la sierra. También el compadre había mejorado de suerte, aunque sin llegar a la buena fortuna del señor Fermín.

Sarrió y Azorín, ya de regreso, han cruzado la rambla. Y Sarrió ha dicho: ¿A que no sabe usted, Azorín, en lo que pensaba don Víctor cuando se estaba muriendo? Pensaba en un bastón, en su bastón.

Allí estaba muy mal: podía morir abandonada durante una ausencia suya, lo mismo que morían los irracionales, y él estremecíase sólo al pensarlo. ¡No, no!... Y gesticulaba enérgicamente, como si la viese ya en su imaginación muriendo durante la noche, sin otro socorro que los gritos y las carreras del amante, enloquecido por la desgracia.

La desesperación de D. Carlos de Atienza llegó á su colmo. Con no poca amargura echaba la culpa de todo al Comendador. Para esto decía me obligó V. á que me ausentase. En esto han parado las promesas de arreglarlo todo en menos de un mes: en que Clara se me esté muriendo, y en que además haya dejado de amarme y quiera ser monja; en que acabe por tomar el velo... y luego la mortaja.

Muriendo viviré con adoraros, etc. Pero ya ella ha enterado á su querido Lope, á cuyas manos, como al secretario del Rey, llegan todas las cartas, dirigidas á éste, que esas cartas son sólo para él, y que, suprimiendo las tres primeras sílabas de cada verso, averiguará el verdadero sentido de la escritura.

Su majestad está en la saleta azul, dijo la duquesa enjugándose las lágrimas ; me ha enviado delante, para que apartéis de aquí las personas que pudieran verla. Su majestad os creía muy enferma. ¡Ah! , del corazón, del alma... me estoy muriendo. Pero no estoy tan débil que no pueda ir á ver á su majestad. Vendrá á consolarme. La reina viene alegre, impaciente.

Palabra del Dia

mármor

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