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Actualizado: 15 de junio de 2025
Una claridad lívida inflamó el espacio, y el trueno estalló sobre el cortijo con un estrépito seco que conmovió los cimientos, despertando en los establos un eco de mugidos, relinchos y patadas.
Las ballenas, que carecen de la vida fija de esos anfibios, van, sin embargo, de dos en dos en sus errantes paseos á través del Océano. Duhamel y Lacépède dicen que, en 1723, dos de estas ballenas que estaban heridas no se separaron nunca, y cuando estuvo muerta la una, la otra se abalanzó sobre su cuerpo lanzando horrorosos mugidos.
Salvajes mugidos, aullidos plañideros, estertor y gritos de ahogado, crujidos y lamentos de la pobre nave, que vuelve á revivir como cuando estaba en su bosque y se queja antes de exhalar el último suspiro, todo ese horroroso concierto no impide oir el cordaje que se complace en imitar los agudos silbidos de las serpientes.
No le intimidaban, sin embargo, a ella los mugidos del buey Apis; incorporóse un poquito, y muy extrañada y ofendida, y con los claros ojos fijos siempre en el vacío, comenzó a decir con su suave vocecita algún tanto apurada: ¡Pero Martínez, por Dios, no se descomponga así!... ¡Se pone usted tan feo!... Preciso es que haya en eso alguna equivocación, algún quid pro quo, para que un hombre de su talento de usted diga semejantes desatinos... ¿Yo, camarera de la Cister... quiero decir, de doña Victoria?... ¿De dónde ha salido eso?
Entonces se dio cuenta de que estaba a pocos pasos de un tren que, conmoviendo el suelo, dando mugidos, por la chimenea y rugiendo por las válvulas de escape, salía de la estación, abofeteando a los más próximos con el viento de su rápido paso. Juanito lo comprendió todo. Había pasado por debajo de la cadena, y el empleado acababa de detenerle casi en la misma cabeza del tren que avanzaba.
Una tras otra, el toro probó sin resultado su esfuerzo inteligente: el chacarero, dueño feliz de la plantación de avena, había asegurado la tarde anterior los palos con cuñas. El toro no intentó más. Volviéndose con pereza, olfateó a lo lejos entrecerrando los ojos, y costeó luego el alambrado, con ahogados mugidos sibilantes. Desde la tranquera, los caballos y las vacas miraban.
Entre ella y el joven estaba el paso a nivel de la vía férrea, donde comenzaba a palpitar, lanzando mugidos, una bestia de hierro. Juanito viose detenido por la cadena que acababa de tender el guardavía. Este obstáculo pareció irritarle. Sintió otra vez dentro de sí aquel compañero misterioso que le había guiado en el salón de su casa al hacer los terribles descubrimientos.
¡Por Santiago! ¡qué brincos! ¡qué mugidos! ¡bravo, toro! el picador rueda derribado; su valiente caballo tiene el flanco abierto; sus entrañas salen entre torrentes de sangre. Da algunos pasos... cae... y muere... ¡Bien, compadre de los cuernos agudos, bien! por eso oyes resonar los pataleos y los gritos de una alegría frenética. Yo le digo aún: ¡como hay Dios! ¡será una hermosa corrida!
Oía mugidos de toros, y uno de estos animales salía de detrás de la cruz y echaba a los pies del calenturiento su pobre perro, privado de la vida. La cruz misma se le acercaba vacilante, como si fuera a caer, y abrumarle bajo su peso. ¡Todo se movía y giraba en rededor del infeliz!
No adivinaba la razón que su padre habría tenido para desprenderse de ella. La lluvia seguía redoblando sordamente sobre los pomares y la parra. Allá en el establo, detrás de ellos, se oían de vez en cuando los mugidos del ganado. Sin embargo, una débil claridad comenzaba á esparcirse por el Oriente. Era necesario pensar en marcharse.
Palabra del Dia
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