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Actualizado: 20 de julio de 2025


Era un mundo de caricaturas de la lujuria, de gestos simiescos y estremecimientos satiríacos, en el que asomaba la pasión carnal con la mueca de la animalidad más grotesca. Mire usted, tío. Como gracioso, éste es el más notable. Y el Tato enseñaba a Gabriel la figurilla rechoncha de un fraile predicando con enormes orejas de burro.

Cuando se tiene una posición así, ganada a fuerza de tanto sacrificio, no se expone nadie a perderla, arrojándola en la balanza de la Bolsa. Se acordó entonces de sus cuñados despojados, e hizo una mueca. Ellos hablarán de la justicia de Dios; aquí no hay más Dios que mi suerte, que me ha abandonado. ¡Maldito sea yo y mi suerte! Llegó, por fin, al Ministerio y entró.

El encanto quedará deshecho en el acto, el Kan de Tartaria morirá de repente, y el Príncipe de la China, no sólo poseerá el celeste imperio, sino que heredará asimismo todos los kanatos, reinos y provincias, que por derecho propio posee aquel encantador endiablado. Apenas el ermitaño acabó de decir estas palabras, hizo una mueca muy rara, entreabrió la boca, estiró las piernas y se quedó muerto.

Gallardo contestaba a todos con su sonrisa de mueca, pero parecía no darse cuenta, en su preocupación, de estos saludos. A su lado iba el Nacional, el peón de confianza, un banderillero, mayor que él en diez años, hombretón rudo, de unidas cejas y gesto grave. Era famoso entre la gente del oficio por su bondad, su hombría de bien y sus entusiasmos políticos.

Yo conozco estos versos, pero no recuerdo el nombre del autor... Venga usted al socorro de mi memoria infiel, Francisca. Esos versos son de uno de mis autores favoritos parodió Francisca. Son de Ronsard... ¡De Ronsard! exclamó la Roubinet sofocada. , señorita terminó Francisca, rabie usted... Usted no nos ha dado más que Laprade... Y repitió con una mueca desdeñosa: Laprade...

El malestar que la conducta libre de su esposa le causaba no disminuía con el tiempo. El abismo que los separaba era cada vez más profundo. Por eso, la airada venganza cogía esta ocasión por los pelos. Clementina le miró un instante. Luego, encogiéndose de hombros y haciendo con los labios una leve mueca de desdén, dió la vuelta y se dispuso a salir de la estancia.

A la joven aldeana también debió de extrañarle Andrés, porque le miró larga y fijamente un buen espacio, sin importarle nada de la insistente curiosidad de éste. Después que le hubo examinado a su sabor, hizo una levísima mueca con los labios y entornó de nuevo los ojos al altar. El forastero, con la percepción clara y fina del hombre culto, adivinó por esta mueca que no había gustado.

Justamente, al cruzar tercera o cuarta vez por delante del balcón apareció en él la gentil chiquita, que al verme hizo un movimiento de sorpresa, acompañado de una mueca encantadora, se echó a reír y se ocultó de nuevo.

El guapo, á quien el amor y los pesares no habían podido arrancar de cuajo su inveterada arrogancia, gozaba con las preferencias de la bella y los celos del muchacho. ¿Dónde va tu novio tan encandilao? díjole sonriendo con orgullo, viendo salir al joven del aposento como un huracán. Déjalo respondió ella haciendo una mueca de desdén.

Don Diego no sabía reír y la risa de su madre se asemejaba a una mueca nerviosa. El doctor, franco y alegre como un champañés, parecía dar la nota discordante cuando arrojaba su grano de sal en la conversación. Germana aun tosía alguna vez y conservaba en su cara la expresión inquieta que da el presentimiento de la muerte.

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