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Actualizado: 4 de mayo de 2025


La señora se aleja, vociferando y maldiciendo de los empleados, de su falta de educación, de su descortesía con las señoras, y jurando que les hará ajustar las cuentas, aunque tenga que perder un ojo de la cara. ¡Ya verán con su sobrino, noticiero de un diario de oposición y mozo que tiene una pluma que es un serrucho de reputaciones!

Que después encontrásteis á ese mozo al salir por el postigo del duque esperando á don Rodrigo para matarle. Verdad. Ahora bien; ¿por qué quería matar ese mozo á don Rodrigo? repuso el bufón. Porque decía había comprometido el honor de una dama. Quedóse profundamente pensativo el bufón, como quien reconcentra todas sus facultades para obtener la resolución de un misterio.

Pero antes de abandonar a su mísera gente quiso darla un capitán, y fijó su elección en un mozo extremeño llegado poco antes a las Indias, en el éxodo de gente de espada que siguió al de los navegantes: éxodo que llamaba Fernando «la segunda hornada de conquistadores». Este soldado, que había hecho el aprendizaje de la guerra indiana al lado de Ojeda, llamábase Francisco Pizarro.

El público no se atrevía a hablar ni a respirar siquiera, pero en sus ojos brillaba la admiración. ¡Qué mozo! ¡Se iba a los mismísimos cuernos!... Golpeó impacientemente la arena con un pie, incitando a la fiera para que acometiese, y la masa enorme de carne, con sus agudas defensas, cayó mugiente sobre él.

De la taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz compasaba de tal forma que le turaba toda la semana, y por ocultar su gran mezquindad decíame: "Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros."

Mas viendose el Ingles favorecido Con palabras de amor y fingimiento, Despues de haber el mozo mal herido, Caido muerto, dice muy contento. "Ninguno quiero sea aquí ofendido, Ni tal me pasára por pensamiento, Que solo proveernos de comida Pretendemos pasando de corrida.

Unas veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y, ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, enonde está la cubería, se ponen a hablar: él no es mu jovencito; es un cabayero ya formal, ¿entiende Vd.? una joven lo peor. ¿Está Vd. segura? Como de que estos pelos fueron negros repuso, mostrándole el moño encanecido.

De esta suerte, de improviso, vino D. Fadrique á tener, apenas llegado, un secreto con su sobrina, y á figurar en intrigas y lances de amor. Pensando en ello, se retiró á su cuarto, como los demás se retiraron cada cual al suyo, y durmió hasta las ocho de la mañana, mejor que un mozo de veinte años. Doña Antonia amaneció con un tremendo jaquecazo, enfermedad á que era muy propensa.

Las mujeres que trabajaban a las puertas de sus casas los miraban con curiosidad tocada de admiración. ¿Quién es el señorito que va con don Melchor? Mujer, ¿no le conoces? El sobrino; el señorito Gonzalo, que llegó ayer en la Bella-Paula. ¡Vaya un real mozo! Como su padre don Marcos, que en paz descanse. Y como su abuelo don Benito añadió una vieja. ¡Qué familia tan noble y campechana!

Me puse al cinto la pistola, dije adiós a mi casita, y a mis libros, mis buenos amigos, mis cariñosos compañeros, y me dirigí a la calle. Mientras el mozo arreglaba la silla y ataba a la grupa la manga y el joronguillo, salió mi tía Pepa, y tras ella señora Juana. Vamos, hijo mío, ¿no me dices adiós? ¿Te olvidas de ? ¡No, señora, cómo! ¿Cuándo vendrás? No . Acaso dentro de ocho o quince días.

Palabra del Dia

bagani

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